No son días fáciles para los fans de los dibujos animados en Colombia. Como si fuera poco haber visto, por años, cómo un lugarteniente de Pablo Escobar se apoderaba del nombre del temerario marinero devorador de espinacas, ahora ocupan los titulares el “Oso Yogui” y “Papá Pitufo”. La razón no es un estreno cinematográfico o un proyecto de animación sino dos casos de la más pura corrupción.
Comencemos por establecer, para beneficio de las nuevas generaciones, quienes son los personajes animados en cuestión.
El Oso Yogui es un personaje de Hanna-Barbera, que apareció por primera vez en 1958. Para inicios de la década de los 60, ya tenía su propia serie animada: El show del Oso Yogui, y desde entonces ha tenido, incluso, un par de pasos por la pantalla grande.
Por su parte, Papá Pitufo es el líder de Los Pitufos. Aunque mantiene su temperamento vigoroso y dinámico, lo cierto es que tiene 542 años. Es, por supuesto, el sabio de la aldea, un alquimista experimentado y, de hecho, el responsable de la transformación de la Pitufina de la creación de Gargamel a una Pitufa real.
Así es en todo el mundo. Pero no, en Colombia, el “Oso Yogui” es Héctor Amarís, una figura de la política de la Costa Atlántica, muy cercana al alcalde de Barranquilla, Álex Char, junto a quien trabajó de 2016 a 2019. En líos con la justicia, habría accedido a colaborar delatando a quien fuera su amigo y jefe.
En un comunicado, Amarís anuncia asegura haber sido testigo de “prácticas corruptas lideradas por Alejandro Char” y declara su intención de colaborar en casos tan sonados como los de la empresa de servicios públicos de Barranquilla, “Triple A”; el de Súper Tiendas Olímpica, el de Aída Merlano y varias licitaciones supuestamente amañadas.
Por su parte, “Papá Pitufo” es Diego Marín Buitrago, señalado por el Gobierno y las autroidades como uno de los máximos contrabandistas del país. Su nombre saltó a la primera plana en la última semana por un presunto intento de ingresar dineros a la campaña presidencial del hoy presidente Gustavo Petro.
Según El Colombiano, Marín Buitrago se especializaba en contrabandear autopartes, cigarrillos, ropa, calzado y textiles, a razón de hasta 30 contenedores semanales. La dimensión de semejante entramado reportaba, dice el diario, ganancias anuales de 8 billones de pesos, que rivalizan, y en algunos casos, opacan, las de las empresas legales más grandes del país.
El nombre de Marín, que el Gobierno espera sea deportado de Portugal, volvió a sonar la semana pasada durante un muy comentado Consejo de Ministros de seis horas, televisado en una cadena nacional.
En medio de las múltiples tensiones al interior del Gobierno de Gustavo Petro por la llegada al gabinete ministerial -nada menos que como jefe de Despacho- de Armando Benedetti, Augusto Rodríguez, director de la Unidad Nacional de Protección (UNP) lo señaló como uno de los motivos para echar atrás el nombramiento.
La alusión es puntual, porque Petro reconoció en el pasado que a su campaña entraron aportes de Marín Buitrago que, asegura, él hizo devolver. “El tema del señor Pitufo comenzó con él y no sé dónde va a terminar”, dijo Rodríguez en el Consejo de Ministros. Al día siguiente, fue demandado por Benedetti por calumnia.
Ver 0 comentarios