He estado una semana siguiendo los consejos de los que señalan el móvil y sus notificaciones como el tabaco del siglo XXI

¿Podría vivir sin redes sociales? ¿Sin notificaciones en el móvil? ¿Con la pantalla en blanco y negro? ¿Qué sensaciones tendría al hacerlo? ¿Sería más feliz? ¿Estaría más estresada pensando que me estoy perdiendo algo importante?

Dice el Center for Human Technology que la tecnología está desarrollada para que seamos adictos a ella. Bajo esta premisa, este organismo considera que lo mejor que podemos hacer es tomar conciencia de este peligro y actuar para evitarlo, siguiendo una serie de consejos. Y yo los he seguido durante una semana y éstas son mis sensaciones.

La economía de la atención

Tecnólogos como Sanndy Parakilas (ex directivo de Facebook y Uber) o pensadores como Yuval Noah Harari consideran que la tecnología está desarrollada para llamar nuestra atención. Que todas las aplicaciones pelean por retenernos. Es lo que denominan "economía de la atención".

Esta corriente de opinión sostiene que, en un momento en el que hay tantos estímulos, las empresas tecnológicas se disputan la atención de los usuarios: cuanto más rato pases en sus plataformas, mejor te conocen, más pueden “engatusarte” y más dinero harán estas compañías.

Según esta visión de las cosas, cada notificación que recibimos en nuestros terminales no solo nos distrae de lo que podamos estar haciendo en ese momento, sino que nos engaña, haciéndonos creer que es algo importante cuando, en realidad, no lo es. Por eso, defienden que se puede vivir sin móvil y sin redes sociales.

Gestionando las notificaciones de varias aplicaciones

Recomendaciones para un mejor uso

El Center for Human Technology cree que todos podemos hacer un mejor uso de la tecnología que tenemos a nuestro alcance. Estas son algunas de las recomendaciones que nos hace para conseguirlo (y que yo he seguido durante una semana):

  • Desactivar todas las notificaciones, excepto las que vienen de personas. (En mi caso, silencié todas las notificaciones excepto los mensajes personales de WhatsApp. Aquellos grupos en los que estoy también fueron silenciados durante una semana).

  • Poner el teléfono en escala de grises. (Fue lo primero que hice al cambiar la configuración del teléfono. Lo que resulta más llamativo y chocante).

  • Intenta mantener tu pantalla de inicio solo en herramientas. (Eliminé muchas aplicaciones. Otras fueron trasladadas a la pantalla secundaria. Pero otras, pese a no ser ?herramientas? -como la galería de fotos- se quedaron en la pantalla de inicio).

  • Iniciar otras aplicaciones escribiendo. (Para pensarlo dos veces antes de abrirlas y evitar ejecutarlas impulsivamente porque sí).

  • Cargar el dispositivo fuera de la habitación. (Salvo en contadas ocasiones, nunca recargo el teléfono en mi habitación. Se queda ?durmiendo? en la cocina, así que es la opción más "natural" para mí).

  • Eliminar las redes sociales del teléfono. (Después de ponerlo en blanco y negro, lo siguiente que hice fue eliminar estas app).

  • Envía notas de audio o llamar en lugar de enviar mensajes de texto. (En mi caso, he llamado, pero no he enviado notas de audio. Soy de las que prefiere llamar a tener que enviar estos mensajes de voz).

  • Atajo de mensajes de texto: use reacciones rápidas. (Esta semana solo he utilizado WhatsApp como aplicación de mensajería, así que no he tenido esa opción, aunque suelo utilizar estas reacciones).

  • Descarga aplicaciones y extensiones que te ayudan a vivir sin distracciones. (En mi caso no he seguido esta recomendación porque una vez borradas las app de redes sociales y silenciar todas las notificaciones, el smartphone se había convertido, casi, en "solo" un teléfono).

En opinión del psicólogo Francisco Tabernero, estas recomendaciones son parecidas a las que se ponen en las consultas de los psicólogos "porque pueden ayudar a reducir ese uso abusivo en personas que lo tengan".

¿Estamos abusando de la tecnología?

Estas recomendaciones para que no utilicemos tanto la tecnología coinciden en el tiempo con la estrategia que muchas de las grandes compañías como Google o Facebook están llevando a cabo, desarrollando diferentes métodos para promover el bienestar tecnológico.

Notificaciones de una semana

No es la primera vez que surgen voces que alertan sobre los posibles efectos que puede tener un abuso del uso tecnológico. De hecho, hay varios métodos que prometen "desengancharnos de la tecnología", especialmente del móvil. Parecido a cuando un fumador quiere dejar de serlo.

De todas las cosas que recomienda el Center for Human Technology, quizá lo más chocante es llevar el teléfono en blanco y negro

Tabernero, no obstante, recuerda que no hay un criterio científico para discriminar a ciencia cierta cuándo se produce ese abuso. "En la práctica diaria los psicólogos valoramos la cantidad de tiempo dedicado". Más de 5 horas de uso al día es a partir de cuando puede considerarse excesivo en videojuegos y redes sociales. Pero depende también en cómo interfiere en la vida de la persona. "Si te está haciendo padecer sufrimiento emocional, agobio o sentirte mal. O si interfiere en tu vida laboral o familiar, es cuando ese uso afecta de forma negativa", explica este psicólogo.

Por eso, en su opinión el móvil, como aparato en sí, nunca va a producir adicción "sino el modo en que las empresas han utilizado estas técnicas de neuromarketing para que uses sus aplicaciones el mayor tiempo posible". Para no entrar en modo "no quiero perderme nada", Tabernero recomienda activar solo aquellas notificaciones realmente de interés e información personal.

Otra medida es auto imponerse limites, planificar cuándo se va a prestar atención al teléfono. "Es muy importante por las noches controlar su uso. No es solo la luz que emite, sino que no debemos meternos en la cama con el móvil porque nos dormimos sobre excitados", asegura.

Mi móvil no es un juguete

He de decir que el teléfono es, para mí, una herramienta de trabajo: tengo el calendario, varios buzones de correo electrónico, app de ofimática, de tratamiento de fotos y de utilidades varias para el transporte (como aparcamiento, mapas o car sharing). También tengo perfil en redes sociales, aunque como usuario respondo más al papel de voyeur que de uno muy activo (pese a que Twitter y Linkedin son, para mí, también herramientas de trabajo).

Pero, ¿hasta qué punto utilizo el móvil por motivos laborales? ¿Lo consulto más de lo que debiera? ¿Podría estar abusando de una herramienta útil hasta el punto de convertirlo en algo pernicioso? ¿Es de verdad la tecnología el nuevo tabaco como se dice?

He sido fumadora, así que, en cierto modo, reconozco esa sensación de dependencia y de ausencia cuando no se tiene algo que te engancha.

Evidentemente, no soy la primera persona (ni la única) que lleva a cabo un proceso de “desintoxicación tecnológica”. Pero durante una semana he estado siguiendo las recomendaciones del Center for Human Technology.

Primer paso: ser consciente de la decisión que se va a tomar

Hagamos un paralelismo con dejar de fumar. Aunque hay personas que lo deciden de un día para otro (¡y lo consiguen!), generalmente suele ser un proceso más largo. Normalmente los fumadores que quieren dejar de serlo primero se plantean tomar esta decisión y la van madurando durante bastante tiempo hasta que se fijan un día como meta.

En cierto sentido, yo hice lo mismo para esta experiencia. Llevaba tiempo pensando en apagar las notificaciones del móvil para ver qué pasaba y cómo me sentía. Y cuando me decidí, miré el calendario para valorar en qué fecha podía venirme bien. Opté por empezar un fin de semana, porque la cantidad de notificaciones siempre baja mucho y sería más fácil empezar a acostumbrarme (del mismo modo que algunos fumadores eligen fechas con poca actividad social para iniciar su reto).

“Se perderán todos los datos. ¿Está seguro?”

Así que el viernes por la noche, antes de ir a dormir, cambié la configuración del teléfono: lo puse en blanco y negro, eliminé las notificaciones de (casi) todas las aplicaciones y me dispuse a eliminar las aplicaciones de redes sociales.

Aquí reconozco que dudé. “Si elimina esta aplicación se perderán todos sus datos. ¿Está seguro de querer eliminarla?”. El mensaje te hace pensártelo dos veces.

….

Respiré profundamente y, sí, acepté. Eliminé Facebook, Instagram, Twitter y Snapchat de mi teléfono móvil. Ya no había marcha atrás. Y de la misma forma que había dudado, me alegré de saber que sí podía eliminar estas aplicaciones de mi teléfono (si lo contara por WhatsApp lo resumiría con el emoticono del bíceps �).

El Center for Humane Technology permite no borrar estas apps, aunque te aconseja que las “escondas” para que tengas que buscarlas. De la misma manera, a la hora de no activar las notificaciones, el CHT considera que sí se pueden tener activas las de aquellas apps más personales, las que permiten una comunicación entre humanos. Pero decidí silenciarlas todas salvo las conversaciones personales en WhatsApp.

Algunas notificaciones pueden ser una pérdida de tiempo, pero otras son verdaderamente útiles

Aunque ya tenía algún grupo de WhatsApp silenciado (¡ay! esos grupos que los carga el diablo y que a todos nos gustaría abandonar pero no lo hacemos por alguna misteriosa razón), recorrí toda la aplicación para silenciar, durante una semana, todos ellos.

Este proceso me sirvió para darme cuenta de la cantidad de agrupaciones por las más diversas y remotas razones en las que estoy incluida. Así que lo confieso: aproveché para hacer un poco de limpieza y abandonar y borrar aquellos que hacía tiempo que no tenían sentido.

A la mañana siguiente…

Dicen que lo primero que hacen muchas personas nada más despertarse por la mañana es mirar su teléfono móvil. En mi caso no es así. Supongo que ayuda el no utilizarlo como despertador. Pero también influye que hasta que no he desayunado y tomado un café no soy persona, como se suele decir.

Así que el sábado por la mañana tardé en mirar si tenía alguna notificación, pero no más que cualquier otro día. Cuando miré la pantalla, me soprendió: no había nada. Ni un mensaje de WhatsApp. Ni un correo electrónico. Nada. “Ah, claro, que has silenciado las apps”.

He de confesar que durante todo el día (sobre todo por la mañana) alguna vez acudía a mirar la pantalla del móvil en busca de alguna alerta. Pero salvo un par de mensajes personales por WhatsApp, el teléfono ni vibró ni emitió ningún sonido en todo el día.

Las fotos, vistas en blanco y negro

Estos mensajes de WhatsApp me sirvieron para darme cuenta de dos cosas: había eliminado la previsualización de los mensajes en las notificaciones, así que eso me obligaba a desbloquear el teléfono, ir a la app y leerlos en lugar de visualizarlos en pantalla (algo que ahorra mucho tiempo a lo largo del día). Lo siguiente en percatarme es que, en cuanto accedes a la app, ves la cantidad de mensajes pendientes por leer en tus grupos y, evidentemente, los chequeas.

Así que, como se suele decir, hecha la ley, hecha la trampa: quizá tardase algo más, pero al final me acabaría enterando de todos los mensajes que recibía, fueran personales o grupales. No obstante, es cierto que a lo largo de esta semana ha habido días que se han juntado decenas de mensajes sin leer… y aunque he revisado estos grupos, la lectura ha sido más en diagonal que concienzuda: esa cantidad de mensajes me abrumaba y me daba hasta pereza leerlos. Sobre todo porque, al ser de grupos, muchos de ellos no dejaban de ser cosas intrascendentes.

Dos días y medio sin cargar el móvil

El fin de semana pasó tranquilo. Conforme iban pasando las horas dejé de mirar la pantalla en busca de alguna alerta. El uso del teléfono fue mínimo. Tanto que estuve dos días y medio sin tener que recargar la batería.

En cuanto vuelves a activar las notificaciones, el teléfono recupera las de los días anteriores que no has visto

Una de las consecuencias inesperadas de tener el teléfono en blanco y negro es que apenas he utilizado la cámara y apenas he hecho fotos. Estos tonos monocromos son quizá lo que más llamativo resultaba, tanto a la gente que le enseñaba cómo era mi móvil durante esta semana como a mí misma.

Unas amigas me pidieron que les enviara una captura de pantalla por WhatAapp. La sorpresa llegó cuando me dijeron que ellas la veían en color. “Vaya, así que yo veo mi teléfono en blanco y negro pero si hago una captura la foto sale a todo color”. Reconozco que este dato me sorprendió.

El fin de semana empezaba a llegar a su fin y, de momento, llevaba bastante bien esta desconexión. No tenía sensación de haberme perdido nada ni esa sensación de “mono” asociada a toda cosa o sustancia adictiva.

Silenciando grupos de Whatsapp durante una semana

¿Por qué mirarlo en la app si lo puedes hacer en el navegador?

Llegó el lunes y el inicio de la semana laboral. El móvil seguía sin enviarme ninguna notificación. En mi rutina habitual, encendí el ordenador como cada mañana y me conecté a las cuentas de correo electrónico. Cuando estoy sentada delante del PC o el portátil, siempre tengo abiertas estas pestañas. De hecho, y aunque es comodísimo tener el correo electrónico en el móvil sobre todo para contestar mensajes, me sigue resultando más cómodo gestionarlo con una pantalla y teclado físico.

He sido fumadora y me parece exagerado comparar la supuesta adicción a la tecnología con la que genera el tabaco

Así que me di cuenta de que el no recibir alertas por la llegada de nuevos mensajes en mi buzón de correo no iba a ser problema… salvo cuando no estuviera con el ordenador delante. Y hay veces que no siempre llevas el portátil contigo. Evidentemente, la solución es muy sencilla: abrir la app en el teléfono y ver si realmente hay algo nuevo e importante. ¿Estaba haciendo trampas? En algún momento me lo planteé, pero en el fondo creo que no. Además, tampoco estaba cada 5 minutos accediendo al correo en busca de novedades. Como mucho una vez a la hora.

Claro, al igual que trabajo con las pestañas del correo electrónico abiertas, puedes teclear en la barra del navegador cualquier dirección de red social, introducir tus claves y acceder. Reconozco que estuve tentada de hacerlo: la desconexión era con el móvil, y yo estaba utilizando un ordenador en ese momento. Pero decidí no consultar ninguna red social a través del ordenador. Instagram, Snapchat y Twitter las consulto solo en el móvil. A Facebook sí que accedo más desde un navegador… pero asumo que esta desconexión me ha pillado en un momento en el que las redes sociales (en general y Facebook en particular) empiezan a darme algo de pereza.

A lo largo de esta semana, las que más he echado de menos han sido Twitter e Instagram. La primera, sobre todo, porque me permite estar al día de muchas informaciones y estados de opinión. Además, me dio cierta rabia no poder tuitear nada sobre un interesante evento al que asistí. Y, sobre todo, porque en esos ratos muertos que todos tenemos y en los que a veces no sabes qué hacer, consultar cualquier red social te viene muy bien y te “llena” ese vacío. Así que en esos momentos también echaba de menos no tener estas app en mi móvil.

¿Me habré perdido algo?

La semana ha pasado más o menos rápida y bien. No tengo la sensación de haberme perdido nada realmente importante. Y ni me he planteado revisar ninguna red social de manera retrospectiva para ver si realmente en estos días ha sucedido algo “trascendental”.

El sábado por la mañana, una semana después, volví a descargarme todas las app de redes sociales: tenía más de 40 notificaciones en Facebook, 20 en Twitter y 10 en Instagram. En las dos primeras muchos de estos avisos eran del estilo de “A XX y XX les ha gustado la foto de XXX”. O “Tus contactos YY e YY están siguiendo a XXX, que tiene tantos seguidores”. He visto estas notificaciones, pero de pasada.

Al instalar de nuevo las aplicaciones me apareció el típico aviso aviso en la pantalla: “Twitter quiere enviarte notificaciones”. Y aquí, de nuevo, reconozco que dudé. Durante los siete días que he estado sin estas alertas he estado mucho más tranquila. Y al final de la semana no solo me he acostumbrado, sino que tengo la sensación de que estoy mejor sin ellas.

Porque, pensándolo fríamente, estos avisos apenas me aportan nada. Alguien que ha subido una foto. Un contacto que ha actualizado su estado y hacía tiempo que no lo hacía. Un comentario que está siendo todo un éxito entre mis contactos… También puedes recibir todos estos avisos por correo electrónico y estos mensajes no hacen sino llenarte el buzón de contenido inútil. Tengo la sensación de que la alerta en el móvil (en estos casos) es igual.

De hecho, apenas 3 horas después de haber vuelto a la normalidad había recibido al menos 6 notificaciones de diferentes aplicaciones. Y reconozco que me agobié y saturé tanto que decidí que no me mostrara estas notificaciones de Facebook y Twitter. Porque aunque no pienso que la tecnología esté desarrollada para crearnos adicción, sí que ahora veo estas alertas como eso de la economía de la atención.

Y, al mismo tiempo que accedía de nuevo a las redes sociales, me saltaban los avisos de nuevos mensajes de correo: alguien ha accedido con tu cuenta desde un nuevo dispositivo. La típica alerta de verificación que te envían por si te han suplantado la identidad. Cuando has estado una semana sin ningún aviso y, de repente, en 10 segundos recibes dos, choca. “Un momento, por favor, de uno en uno”, piensas. “No puedo estar a todo”.

La vida tiene que ser a color

En esta vuelta a la normalidad lo que más me ha sorprendido, sin embargo, es el color en la pantalla. Cuando desactivé el modo monocromo y automáticamente aparecieron todos los colores brillantes, pensé “Guau, qué bonito”.

El teléfono en blanco y negro es triste. Es muy triste. No se trata solo de que no ves determinados detalles de algunas fotos que te manden o que no “puedas” hacer fotos. Es que la pantalla con colores te da alegría, ganas de vivir. Pese a que mi fondo de pantalla habitual es en negro, desbloquear el terminal y ver los iconos en colores es fantástico. De hecho, después de una semana en blanco y negro, todos los colores me parecen más bonitos, más intensos. Hasta el verde de WhatsApp tiene un brillo especial.

Otra de las cosas que me he dado cuenta es que, al volver a permitir las notificaciones… el teléfono lo ha hecho en modo retroactivo. Es decir, me aparecieron todas aquellas que tenían que haber aparecido estos últimos siete días y a las que no he hecho caso.

A modo de conclusión

En estos siete días, y cuando a alguien le he tenido que decir que llevaba el móvil en blanco y negro, algunas personas me han mirado raro. Otras no han entendido esto de la desintoxicación tecnológica. Y otras, sin embargo, lo ven lógico y me han felicitado por ello.

La experiencia está bien, es curiosa de llevar a cabo. A mí, personalmente, me ha servido para darme cuenta de que algunas notificaciones que tenía activas no eran realmente útiles. Pero otras sí. Y mucho. Que el calendario, por ejemplo, me recuerde determinadas cosas es vital para mí. Aunque en la opción del navegador también lo puedes activar, es mucho más cómodo tenerlo en el móvil.

Vivir esta experiencia está bien y es curiosa. Pero la tecnología es tan útil que no pienso renunciar a ella

No creo haberme perdido nada de mis contactos, amigos y conocidos. Supongo que si hubiera estado más de una semana sin redes sociales la cosa sería distinta. Porque puede que ya no mantengas un trato diario con tus compañeros de estudio o de antiguos trabajos, pero gracias a las redes sociales sigues sabiendo de ellos. Pero en caso de que hubiera pasado algo importante, el teléfono se sigue usando para llamar cuando la situación obliga.

En lo que no estoy de acuerdo es en poner en blanco y negro el teléfono. Si lo quieres probar como experiencia está bien. Pero no le veo el sentido a tener un teléfono monocromo. ¿Vemos la televisión en blanco y negro? ¿Por qué entonces debemos tener nuestro smartphone tan gris?

Francisco Tabernero considera que los colores de las aplicaciones están estratégicamente elegidos, al igual que en publicidad. "La percepción del color por parte del cerebro es muy importante porque ayudó a la supervivencia y evolución de la especie", explica. Por eso, los primarios (azul, verde, rojo) se utilizan más. Además, "las estructuras cerebrales que procesan el color está muy conectadas con las de las emociones. El azul transmite calma, fiabilidad, disminuye el ritmo cardíaco; el rojo implica más urgencia, pasión, movimiento, acelera el ritmo cardíaco, para llamar a la acción; el verde evoca la naturaleza, el bienestar...".

Aceptemos que los colores están perfectamente elegidos para llamar tu atención, pero tamborín que un teléfono en blanco y negro no es nada atractivo. Es feo. ¿Hace eso que lo consultes menos? ¿Que desbloquees menos frecuentemente la pantalla?

Puede que mi visión y percepción esté desvirtuada porque trabajo en este sector desde hace muchos años. Pero creo que la tecnología está para usarla y sacar partido de ella. Los avances, en general, nos hacen la vida más cómoda. ¿Vivirías sin agua corriente o sin electricidad? Entonces, ¿por qué nos planteamos hacerlo sin Internet y sin tecnología? Nadie deja todo el día el grifo abierto ni las luces encendidas. Y tampoco nadie está todo el día permanentemente pegado a la pantalla.

Tengo un bonito recuerdo de mi primer móvil, un Nokia (¡qué original!). Pero no volvería a él. Y algunas de las cosas que recomienda hacer el Center for Human Technology me recuerda a aquella época en la que, sin redes sociales en el móvil, matábamos los ratos libres jugando a la serpiente.

Así que puede que algunas notificaciones estén mejor en silencio. Pero la tecnología, lejos de resultarme adictiva, es útil. Muy útil. Y pienso seguir utilizándola, a todo color (por supuesto) aunque algunas veces no vea más allá de la pantalla de mi terminal.

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