Necesitamos querer ir a Marte

Últimamente no paramos de oír hablar del viaje a Marte. Sean las misiones de las agencias espaciales o la empresa de cruceros que quiere montar Musk, el planeta rojo es más popular de lo que lo ha sido en años. Aunque me temo que sólo de boquilla.

Hoy por hoy, ya disponemos de la tecnología necesaria para llevar personas a Marte. Técnicamente nos basta con lo que ya tenemos, lo que pasa es que, en realidad, no queremos. Y ese es el verdadero problema que tenemos hoy con la carrera espacial, que no queremos correrla. Aunque sepamos que no hacerlo sería un error colosal.

¿Podemos ir a Marte?

En realidad, Marte está a la vuelta de la esquina. Una esquina de 500 millones de kilómetros, pero una esquina, al fin y al cabo. Un hipotético viaje a Marte estaría en mejores condiciones que las que tuvo el Apolo 11. Llegamos a la Luna con ordenadores con menos potencia que la que tienen nuestros teléfonos móviles.

Así nos lo explicaba Adam Steltzner, el ingeniero jefe de la NASA a cargo del Curiosity: "la tecnología no es el problema, lo que falta es la voluntad social y política para enviar humanos a Marte". Y siendo sinceros, no existe esa demanda en la ciudadanía. Al menos, no como la que permitió llegar a la Luna.

Ir a Marte ni siquiera es el siguiente paso lógico de la exploración espacial. Hay muchísimas cosas que aún no hemos hecho (y que no requieren humanos). Al trabajo de la ESA con ExoMars, podemos sumar la macromisión de la NASA que trata de traer muestras de suelo marciano para poder investigarlo aquí en la Tierra. Es decir, ni existe una intención clara de llegar a Marte pronto, ni es la siguiente frontera.

¿Por qué seguimos dándole vueltas?

Al menos eso es lo que yo me pregunto siempre que vuelvo a escuchar hablar del viaje a Marte. Y la respuesta tiene que ver con que la carrera espacial siempre ha vivido en un delicado equilibrio entre las grandes gestas heroicas y la investigación necesaria para alcanzarlas. La tecnología punta es muy cara y no siempre es fácil de financiar.

De hecho, es francamente complicado financiarla. Los grandes proyectos (como poner un pie en Marte, llegar a Júpiter o aparcar en un asteroide) han sido el motor de buena parte de las investigaciones básicas de los últimos sesenta o setenta años.

El sueño espacial ha pagado cheques que los presupuestos de I+D solo han sido capaces de extender. El GPS, la lucha contra el cambio climático o los filtros que se usan en catástrofes humanitarias han surgido gracias a la exploración espacial. Hay cientos de ejemplos.

Privatizar el sueño espacial

Pese a las apariencias, Musk y su Space X no va de ir a Marte. Sino de financiar el desarrollo de una industria muy lucrativa y que será indispensable en el futuro. Lo explico con mucha claridad Jeff Bezos, la carrera espacial privada es esencialmente por quien se encarga de sacar los dispositivos de la Tierra: la infraestructura básica de la nueva carrera espacial (o, como el mismo dijo, el 'Amazon Web Services' del Espacio).

Marte, sin desmerecer las faraónicas ambiciones de Musk, es una forma de financiar esas empresas cargueras de la misma forma que podría financiar las agencias espaciales. Por eso, hace unos días decíamos que, en realidad, no estábamos privatizando el Espacio. El espacio lleva privatizado ya muchos años. Lo que estamos viviendo es la privatización del sueño espacial. O, dicho de otra forma, el surgir de empresas que están sabiendo aprovechar la retórica espacial para encontrar financiación (ganándole la partida a las grandes agencias que lo asuman o no también viven de ese sueño espacial).

Hay cosas más urgentes

Siempre hay cosas más urgentes para gastar el dinero. Aun así, no debemos confundir lo urgente con lo importante. Ni poner parches hoy con resolver los problemas en el futuro. Personalmente, me gustaría que no hicieran falta escusas y que fuéramos capaces de invertir en investigación sin la necesidad de un objetivo emocionante detrás. Pero el mundo no parece funcionar así.

Parafraseando a Paul Éluard, "necesitamos otros mundos, pero están en este". Ni siquiera necesitamos ir a Marte, necesitamos quererlo. Necesitamos el sueño especial porque necesitamos historias que nos hablen de hasta dónde podemos llegar; historias que nos motiven a crear nuevas tecnologías y desarrollar nuevas maneras de mirar el mundo.

En fin, necesitamos querer ir Marte. Pero no porque sea muy importante pisar una roca gigante a millones de kilómetros sino porque la historia nos ha enseñado que cada euro invertido en el espacio, es un euro invertido en mejorar las condiciones de este planeta.

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