Cuando los médicos probaban sus vacunas en ellos mismos: la vacuna contra la peste bubónica que desarrollaron en tres meses y salvó millones de vidas

El 10 de enero de 1897, Waldemar Haffkine se inoculó la vacuna contra la peste en la que llevaba trabajando sin parar desde que llegó a Bombay apenas tres meses antes. No creo que seamos capaces de entender con precisión lo que era la ciudad india en ese momento. A principios de la década, según el censo de 1891, Bombay tenía ya 820.000 habitantes. En el Madrid de la época, vivían 472.191.

Pero hay más. El 70% de los habitantes de la Bombay decimonónica vivían apiñados en casas baratas y poco salubres (los famosos 'chawls') y las enfermedades infecciosas eran el pan nuestro de cada día. Por eso, cuando una misteriosa enfermedad empezó a matar a gente en el barrio marginal de Nowroji Hill, nadie se sorprendió. Cuando en pocos días los enfermos se contaban por millares, la situación cambió radicalmente.

El pánico provocó un éxodo masivo que amenazaba no solo a la jovencísima industria textil de la región, sino a la misma condición de la ciudad como centro comercial de la India británica. Las autoridades y la escasa profesión médica estaban fuera de juego. Por suerte, un joven médico goano Acacio Viegas se dispuso a tratar a los enfermos y descubrió que se trataba de peste bubónica.

Una ciudad bajo la peste

Mycobacterium tuberculosis | CDC/Dr. George Kubica

El diagnóstico no mejoró la situación en la ciudad. Casi al contrario. Por ello, tras contactar con cuatro equipos de expertos, el gobernador de Bombay se puso en contacto con un joven bacteriólogo judío (nacido en Ordesa y nacionalizado francés) que llevaba más de un lustro vacunando contra el cólera y ahora residía en Parel, no muy lejos de la ciudad. Si Haffkine había sido capaz de crear una vacuna contra la Vibrio cholerae quizás podía hacer lo mismo contra el Bacilo de Koch.

Como decía, Waldemar Haffkine había nacido en la actual Ucrania y trabajó en la Universidad de San Peterburgo con el famoso biólogo Ilya Mechnikov hasta que, huyendo de la convulsa Rusia imperial, ambos se vieron obligados a huir a París, donde el recién inaugurado** Instituto Pasteur** le acogió con los brazos abiertos (pero solo le ofreció un puesto de bibliotecario).

Experto en el estudio de los protozoos, Haffkine empezó a trabajar en una vacuna para controlar los casos de cólera que, impulsados por la insalubridad de una industrialización desbocada, se habían convertido en una pandemia europea. El 18 de julio de 1982, se autoinyectó la vacuna y dos semanas después, presentó los resultados. Fue acogida con júbilo por la prensa, pero ni el Instituto Pasteur, ni ningún científico de primer nivel avaló su descubrimiento.

Exhausto y desencantado, decidió viajar a la India donde, sin instalaciones médicas modernas, su vacuna podría tener un efecto mayor. Viajó por el subcontinente y en 1896 se instaló en Parel. Pocos meses después, el Gobernador llamaba a su puerta y, dotado con un pequeño equipo, empezó a trabajar en la vacuna de la peste bubónica en un laboratorio improvisado en un pasillo de Grant Medical College.

Contrarreloj

Waldemar Haffkine vacunando contra el cólera en Calcuta, marzo de 1894 | Wikipedia

Fueron tres meses horribles. Dos de sus ayudantes dejaron el trabajo por el ritmo que les requería y otro de ellos sufrió un ataque de ansiedad. Sin embargo, el 10 de enero, como decíamos, la vacuna estaba lista y el mismo Haffkine la probó. Todo parecía en orden, pero las autoridades decidieron hacer un ensayo en la cárcel de Byculla. Fue un éxito: ningún vacunado tuvo síntomas, mientras siete presos sin vacunar murieron por la enfermedad.

En pocos años, más de un millón de personas se vacunaron contra la peste bubónica. Sin embargo, "como otras de estas primeras vacunas, la vacuna de Haffkine tuvo efectos secundarios desagradables y no proporcionó una protección completa"; es decir, no resolvió el problema del todo. Salvó muchas vidas, pero, en 1901, la población de Bombay había caído a 780.000 fruto del éxodo masivo y la epidemia.

Ahora que las vacunas han vuelto al centro del debate público, no está de más recordar que tienen una historia riquísima: la historia de cómo unos héroes lucharon contra viento y marea para salvarnos de nuestros peores demonios, los que no podíamos ni ver.

Imagen | Parth Vyas

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