En el Día del Rompecabezas, repasamos la tecnología involucrada en su producción

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Se le atribuye al cartógrafo suizo John Spilsbury, por allá en el año 1769, haber montado un mapamundi sobre finas láminas de madera y recortado sobre las fronteras de cada país en la esperanza de que los niños aprendieran geografía al recomponer los continentes. Sin proponérselo, pasó a la historia como el inventor de uno de los pasatiempos más populares de todos los tiempos: el rompecabezas.

Aunque el término ha llegado a usarse para describir todos esos juegos -o, incluso, videojuegos- en los que se resuelve un enigma aplicando lógica o deducción, el concepto sigue evocando la forma característica de piezas que unidas entre sí componen paisajes, retratos o motivos de todo tipo.

Las razones para hacer que el 29 de enero sea considerado el Día del Rompecabezas no son del todo claras, y con toda probabilidad obedezcan más a motivaciones comerciales que culturales o de otro tipo. Como sea, la fecha es la ocasión perfecta para repasar el proceso empleado en la fabricación de rompecabezas, que permanece notablemente inalterado a pesar del paso de los años.

Artesanía y tecnología

Eso es en parte porque producir rompecabezas es en gran medida una mezcla de artesanía y alta tecnología, toda vez que, aunque la impresión hace uso de los últimos desarrollos, la mecánica del troquelado -el proceso de cortar las piezas y garantizar que encajen a la perfección- depende del talento y el cuidado de maestros artesanos cuyos saberes son secretos de la industria.

El proceso comienza con la impresión de la imagen en papel de buen gramaje y definición de color. Cuando se ha alcanzado la calidad fotográfica deseada, una máquina pega una capa de cartón al fondo del papel. Esta tarea debe automatizarse para asegurar de que la capa de pegamento sea fina y uniforme.

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Luego de esperar dos días a que se seque el pegante, la pieza pasa al troquelado. Allí la pieza clave es lo que se denomina troquel de corte, de la que depende la matriz de corte que dará forma a todas las piezas. Esta se fabrica doblando a mano una pieza de acero para dar forma a un molde no muy distinto en concepto pero infinitamente más complicado que un molde para galletas.

Cuando el troquel está listo, se ubican piezas de goma en los espacios para asegurarse de que, una vez cortadas, las piezas del rompecabezas se desprenderán. La noción de que una se quede atascada y haya un faltante en la bolsa que se despacha al cliente es la peor pesadilla del fabricante… y de quien dedicó su tiempo a armar un rompecabezas de 1.000 ó. 2.000 piezas.

La misma máquina que realiza el corte deposita las piezas una bolsa plástica, que se sella de inmediato. De nuevo, esto se hace para minimizar la posibilidad de que una pieza se separe del grupo. La bolsa sellada se pone una caja que, a su vez, se cierra, se marca y se despacha a destino.

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A pesar de su historia de más de 250 años, la industria de los rompecabezas ha vivido un resurgir, impulsada por los meses de pandemia y por su aceptación entre usuarios más jóvenes. Los ingresos en el segmento de rompecabezas se calculan en unos 6.900 millones de dólares cada año, con un crecimiento proyectado del 7,2% anual. La mayor proporción de los ingresos proviene de China.

La celebración del Día del Rompecabezas suele venir acompañada, en Estados Unidos, de concursos, promociones y exposiciones de rompecabezas notables. También hay lanzamientos como el de un rompecabezas de un QR Code que sortea, entre quienes lo armen, un premio de dos millones de dólares.

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