No va a haber cielo para tanta "estrella": el efecto Starlink sigue complicándole la vida a los astrónomos de todo el mundo

No va a haber cielo para tanta "estrella": el efecto Starlink sigue complicándole la vida a los astrónomos de todo el mundo
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En el cerro Tololo, a 2200 metros sobre el nivel del mar en el corazón de los Andes, se instaló en 1974 el primer gran telescopio del hemisferio sur. El Blanco fue, de hecho, el mayor telescopio austral del mundo hasta 1998 cuando, jubilado por generaciones más jóvenes, fue seleccionado como punta de lanza de un proyecto mucho más complejo: la caza de la energía oscura.

La DECam lleva desde 2012 recogiendo minuciosamente la luz de 100.000 galaxias con la intención de responder uno de los grandes misterios de la cosmología contemporánea: ¿Por qué la expansión del universo se acelera en lugar de frenarse como, si tenemos en cuenta la fuerza de la gravedad, debería estar pasando?

Ayer, por sorpresa, la DECam se encontró con 19 nuevos objetos en solo cinco minutos. Pero no eran estrellas, planetas o, quién sabe, visitantes interestelares: eran 19 satélites de Starlink como 19 soles que se dejaron ver en uno de los espacios naturales con cielos más claros, atmósfera más estable y menos contaminación lumínica del mundo.

tololo
De izquierda a derecha se puede ver el haz de luz de los satélites

Clarae Martínez-Vázquez, astrónoma del CTIO (Observatorio Inter-Americano de Cerro Tololo) fue la que compartió la foto en la que se puede ver el tránsito de los satélites de Elon Musk cruzando el cielo andino. Y, como ella misma dice, esto es un problema.

Y es que no vale solo con "invertir en telescopios espaciales" como alguien le comentaba en Twitter. Aunque no se suela incidir sobre esto muy a menudo, telescopios terrestres y telescopios espaciales se complementan entre sí. Igual que hay muchas cosas que solo se pueden hacer desde la órbita terrestre, hay muchas otras que no se pueden hacer ahora mismo si no es instalando un enorme telescopio en el suelo.

Starlink y la pléyade de iniciativas que intentan construir la infraestructura del Internet del futuro están poniendo en problemas a algunas de las colaboraciones internacionales más avanzadas del momento. Sin embargo, ese no es el problema real: el problema es que sin organismos reguladores el vertedero orbital no va a dejar de crecer, llenando de "estrellas" un cielo que debería de estar dándonos respuestas clave.

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