El 1 de julio de 2025, los telescopios del sistema ATLAS en Chile captaron algo poco común: un objeto celeste que no pertenecía a nuestro vecindario solar. Pronto fue bautizado como 3I/ATLAS, y se convirtió en el tercer visitante interestelar jamás identificado por la humanidad, luego de 1I/ʻOumuamua en 2017 y 2I/Borisov en 2019.
Con una velocidad de más de 210.000 km/h y una órbita hiperbólica que sugiere que no está ligado gravitacionalmente al Sol, 3I/ATLAS es, sin duda, un objeto extraordinario.
Pero ¿qué lo hace aún más intrigante? Según afirmó el profesor Avi Loeb, de la Universidad de Harvard, su trayectoria cercana a varios planetas del sistema solar como Júpiter, Marte y Venus, podría indicar una ruta estratégica.
Desde su perspectiva, 3I/ATLAS no sería un simple objeto interestelar vagando por el cosmos, sino posiblemente una sonda enviada por una civilización avanzada.
La teoría de la sonda alienígena
La hipótesis de Loeb no es nueva. En 2017, ya había causado revuelo al sugerir que ʻOumuamua era una nave artificial.
En esta ocasión, sus argumentos incluyen la coincidencia estadística de la trayectoria de ATLAS, su gran tamaño estimado (alrededor de 20 kilómetros) y el hecho de que durante su perihelio, el momento más cercano al Sol, previsto para el 29 de octubre, permanecerá oculto tras el brillo solar, lo que complica su observación.
Loeb incluso ha planteado que podría estar realizando una maniobra gravitacional avanzada, lo que se conoce como una “inversa de Oberth”, para cambiar su velocidad sin llamar la atención.
Todo esto, asegura, se enmarca dentro de la llamada hipótesis del bosque oscuro, según la cual civilizaciones inteligentes evitan hacer ruido cósmico para no atraer atención hostil. En ese contexto, 3I/ATLAS sería una sonda de reconocimiento, operando en silencio, como si no quisiera ser descubierta.
Lo que dice la comunidad científica
Frente a esta narrativa casi de ciencia ficción, la mayoría de los astrónomos se aferran a la evidencia. Desde múltiples observatorios, como el Gemini Norte en Hawái y el Observatorio Vera C. Rubin en Chile, las observaciones coinciden en un punto: 3I/ATLAS se comporta como un cometa natural.
Se ha observado una coma gaseosa, una cola de partículas impulsadas por la radiación solar y un comportamiento térmico que coincide con lo que se espera de un objeto helado proveniente del espacio profundo.
Samantha Lawler, astrónoma de la Universidad de Regina en Canadá, ha sido tajante: no hay ninguna señal de que este objeto haya sido construido. Lo mismo afirma Chris Lintott, astrofísico de la Universidad de Oxford, quien ha calificado la hipótesis de Loeb como un desvío sin base empírica.
Incluso el propio Loeb ha admitido que la opción más probable es que se trate de un cometa natural. Y es que, hasta ahora, no se han detectado maniobras no gravitacionales, estructuras geométricas ni emisiones de energía artificial que sugieran lo contrario.
La NASA acompaña esta posición
Davide Farnocchia, del Centro de Estudios de Objetos Cercanos a la Tierra de la NASA, explicó que los cálculos orbitales del objeto muestran una trayectoria hiperbólica, típica de un cuerpo expulsado de otro sistema estelar.
Su paso por el sistema solar no representa ningún riesgo para la Tierra, ya que su distancia mínima será de unos 240 millones de kilómetros, una cifra que descarta cualquier encuentro cercano.
Además, la NASA ha subrayado que las imágenes captadas por el Observatorio Gemini, uno de los instrumentos clave en esta investigación, muestran claramente una coma brillante y una cola cometaria.
Estos son rasgos típicos de un cometa cuando se aproxima al Sol, y se deben a la sublimación de su núcleo helado. Y no se han detectado estructuras, señales o patrones de comportamiento que sugieran manufactura tecnológica.
Una misión inesperada: Juno
Pero la historia de 3I/ATLAS aún podría tener un giro emocionante. Un nuevo análisis ha propuesto que la sonda espacial Juno, que actualmente orbita Júpiter, podría tener una oportunidad única para interceptar al objeto durante su paso cercano al planeta en marzo de 2026.
Según cálculos liderados por el propio Loeb junto a los científicos Adam Hibberd y Adam Crowl, un cambio en la trayectoria de Juno, específicamente, una maniobra de velocidad de 2,675 km/s en septiembre de 2025, permitiría que la sonda se acerque a ATLAS en un sobrevuelo científico.
La maniobra, aunque ambiciosa, estaría dentro del rango de capacidades de la nave si su sistema de propulsión aún lo permite.
Juno, equipada con instrumentos avanzados como espectrómetros, magnetómetros y sensores de plasma, podría recopilar datos directos sobre la composición química y estructura interna de 3I/ATLAS. Esto permitiría determinar con mucho mayor certeza si este objeto tiene un origen natural o no, mucho más allá de lo que los telescopios terrestres podrían lograr.
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