Por qué las simulaciones de la iluminación lunar realizadas por la NASA son un paso clave para la llegada de los humanos al Polo Sur de la Luna

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Jimmy Pepinosa

Editor

El regreso de astronautas a la superficie lunar no será solo una hazaña tecnológica, sino también una adaptación al entorno más extremo que el ser humano se puede exponer. Y en el marco de la misión Artemis III, con la que la NASA se propone llevar a los primeros humanos al Polo Sur de la Luna, un aspecto como la iluminación representa un desafío operativo de primer orden.

Es por ello que ingenieros de la agencia espacial estadounidense están realizando simulaciones detalladas de las condiciones lumínicas que encontrarán los astronautas al descender sobre ese terreno inexplorado.

La clave del problema está en el ángulo del Sol. A diferencia de las misiones Apolo, que se llevaron a cabo en latitudes más cercanas al ecuador lunar, Artemis III se dirige a una región donde el Sol apenas se eleva sobre el horizonte.

Este fenómeno produce sombras extremadamente largas y contrastes de luz intensos que pueden dificultar seriamente la visibilidad. En palabras simples: el blanco puede volverse cegador bajo la luz directa, mientras que detrás de una roca o una pata del módulo de aterrizaje puede haber una oscuridad total, incluso a plena “luz del día” lunar.

Cómo es la simulación que realiza la NASA

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Para comprender y prepararse ante este entorno, la NASA construyó un escenario simulado en el Flat Floor Facility, ubicado en el centro Marshall en Huntsville, Alabama.

Este laboratorio es un espacio de más de 1.100 metros cuadrados con una superficie pulida y nivelada, diseñada para permitir el movimiento libre de objetos mediante cojines de aire.

Allí, los ingenieros replican, a escala real, las condiciones de iluminación del Polo Sur lunar usando potentes luces de 12 y 6 kilovatios, dispuestas a baja altura para emular la incidencia solar en ese punto del satélite.

Sobre este suelo se instalan maquetas del módulo de aterrizaje, réplicas del terreno lunar y estructuras móviles que simulan rocas o equipamiento. Todo esto está recubierto con telas que imitan las propiedades reflectivas del regolito lunar.

En ese entorno controlado, los ingenieros pueden observar con precisión cómo se comportan las sombras, cómo afectan la visibilidad, y cómo podrían interferir con tareas cruciales como la inspección del módulo o el manejo de herramientas en superficie.

Para qué hacer una simulación

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Las pruebas son parte de lo que la NASA denomina human-in-the-loop testing, un enfoque que integra la observación directa con el juicio humano.

Es decir, no se trata solo de recopilar datos, sino de experimentar con los sentidos lo que los astronautas vivirán: qué se ve, qué se oculta, cómo se mueven las sombras cuando el ángulo cambia o cómo puede variar la percepción al caminar alrededor de un objeto.

Estos estudios aportan información esencial para perfeccionar los modelos y protocolos que guiarán las operaciones de Artemis III. Desde la colocación del módulo hasta el tipo de visores que llevarán los trajes espaciales, cada decisión se ve influida por este tipo de simulaciones.

También sirven para evaluar qué tipo de herramientas serán más eficaces, cómo deben posicionarse las cámaras o sensores, e incluso qué riesgos podrían surgir al operar en zonas parcialmente en sombra.

Recordemos que la iniciativa forma parte del programa Artemis, con el que la NASA busca consolidar una presencia sostenida en la Luna y establecer las bases para futuras misiones tripuladas a Marte.

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