Con Facebook en horas bajas y el adiós a Google+ quizás necesitamos una red social distinta

Con Facebook en horas bajas y el adiós a Google+ quizás necesitamos una red social distinta

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Con Facebook en horas bajas y el adiós a Google+ quizás necesitamos una red social distinta

Hoy Google+ nos dice adiós definitivamente. La red social que pudo ser y no fue muere y certifica un panorama dominado por plataformas que se han ido contaminandocon nuestra ayuda— y que plantean la necesidad de una nueva red social distinta en fondo y forma.

Con una Facebook en horas bajas y muy criticada, una Twitter con claros problemas de moderación, unas Instagram o LinkedIn en las que cada vez se critica más el 'postureo' personal y profesional o alternativas como WhatsApp que se han convertido en campo de cultivo de las noticias falsas, parece haber sitio para una red social diferente. El problema es el de siempre: estás donde están tus contactos.

Google+ es la última de una larga lista de fracasos

Las redes sociales nacieron con fantásticos retos en mente: mantenernos más y mejor conectados y servir como puentes hacia el descubrimiento de todo tipo de contenidos. Lo hicieron a través de la mensajería, el texto y el vídeo, y su potencial acabó atrayendo a miles de millones de usuarios.

Todas ellas nacieron con esa idea pero todas sin excepción han acabado contaminadas en mayor o menor medida y condicionan las relaciones sociales tradicionales. Aun con sus luces, que las hay, las redes sociales se han convertido en algo nocivo: Silicon Valley se ha rebelado contra sí misma, y quienes formaron parte de la creación por ejemplo de Facebook echan ahora pestes de una plataforma que califican casi como tóxica.

Google+ nació con esas mismas buenas intenciones, pero poco a poco se fue corrompiendo también. La obsesión de Google de meternos esta red social hasta en la sopa hizo que los usuarios acabaran hartos de 'esa otra red social' que a pesar de algunos aciertos no lograba diferenciarse lo suficiente de Facebook.

Lo mismo ha ocurrido con el resto de las grandes plataformas de nuestro tiempo: son demasiado grandes para esperar un control efectivo de los contenidos, algo que ha hecho que esas herramientas —porque no son otra cosa— se utilicen de forma inapropiada. La exaltación de la violencia, el acoso (escolar o no), el discurso del odio hacia todo tipo de colectivos y otros tipos de contenidos moral y éticamente reprobables se han extendido como la pólvora y se han convertido en el pan nuestro de cada día en Facebook, Twitter, Instagram o WhatsApp.

Y luego está el papel de estas redes sociales como recolectoras de datos, claro. La privacidad se tambalea en unas plataformas que nos incitan a compartirlo todo en todo momento.

Eso no es malo de por sí, pero la tecnología actual ha hecho que toda esa información recolectada en redes sociales como Facebook o Instagram sirva no solo para fines legítimos —descubrirnos contenidos que nos puedan interesar a partir de nuestros gustos— sino otros mucho más discutibles.

Por ejemplo, la configuración de perfiles ideológicos que por ejemplo ayudaron a Trump a ganar las elecciones de 2016 y que ahora pretendían ser utilizados en procesos electorales en España. El escándalo de Facebook con Cambridge Analytica ha sido el más grave de una serie de problemas que han hecho que Mark Zuckerberg prometa cambios importantes en materia de privacidad en esta red social.

Del muro a grupos de WhatsApp

En los últimos tiempos, no obstante, parte del enorme tráfico que parecía ya asociado a redes sociales ha ido migrando a otras plataformas: las de mensajería (y Facebook lo sabe).

Wap

WhatsApp, Facebook Messenger, iMessage, WeChat y Telegram son algunos de los claros ejemplos. En ellos se ha ido extendiendo esa práctica que va más allá de ponerte en contacto con tus conocidos más cercanos, porque ahora compartimos contenidos en esas aplicaciones como antes lo hacíamos en redes sociales.

Lo hacemos, eso sí, de una forma más controlada, más "privada" (las comillas son importantes) y que por ejemplo no indexa en Google y otros buscadores como sí lo harían las publicaciones en Facebook o Instagram.

Sin embargo, estas aplicaciones de mensajería también se han visto afectadas por el mismo problema, y WhatsApp se ha convertido en otra amenaza en el ámbito no solo de la privacidad -más escándalos aquí- sino también de la difusión de noticias falsas, algo para los que sus responsables están tratando de aplicar ciertas medidas de control.

Todas las alternativas han fracasado (hasta ahora)

Todos esos problemas de las redes sociales no son nuevos, y desde luego Google+ trató de solventar algunos de ellos sin éxito. Desde que Facebook, Twitter o Instagram -ahora con su propia crisis de identidad- saltaran a la fama son muchos los proyectos que han intentado lograr el éxito.

Fb2

Si embargo competir con esos gigantes es casi imposible para todos ellos por (entre otras cosas) el efecto red: uno quiere estar donde están sus contactos, y hoy por hoy ese sitio es a menudo Facebook, o Twitter, o Instagram.

Google lo intentó con Google+ a la hora de competir con Facebook, pero desde luego no fue la única en prometer esa revolución de las redes sociales. Ello nos prometió privacidad por encima de todas las cosas, Diaspora* sigue presumiendo de Open Source pero no cuaja, Vero quiere relaciones reales con cero algoritmos, y Peach también pone la privacidad por encima de todo lo demás.

Ninguna de ellas ha cuajado demasiado, y aunque competir con Facebook ha sido el reto de muchas de ellas, otras han tratado de plantear alternativas a otros servicios. Mastodon intenta plantear una alternativa a Twitter —App.net lo intentó hace años— mientras que Secret trató de apostar de nuevo por la privacidad en la mensajería instantánea, algo que también defiende Signal.

Hemos visto cómo la mayoría usaban ese enfoque gratuito con el que han triunfado todas las grandes, pero algunos se preguntaron qué pasaría si Facebook por ejemplo ofreciera una red social libre de publicidad y realmente privada y ésta iteración fuera de pago. Sheryl Sandberg, COO de Facebook, hasta apuntó a esa posibilidad, pero parece algo harto improbable.

Algunos de los desarrollos de los que hemos hablado precisamente planteaban esa misma idea de pago por uso, pero los usuarios nos hemos malacostumbrado a sacrificar privacidad a cambio de plataformas gratuitas que nos bombardean con publicidad y que recopilan todo cuanto hacemos.

Puede que una red social de pago tuviera una oportunidad, pero una vez más el problema es que todo el mundo está ya en esa otra red social —la que sea— y no paga un duro por hacerlo. Es difícil competir con lo gratuito. Casi imposible, sobre todo cuando su funcionamiento es decente y cuando aún con escándalos de privacidad por doquier los usuarios seguimos usándolas.

Facebook
En marzo de 2018 nos enterábamos del escándalo de Cambridge Analytica. Las acciones de Facebook bajaban en picado, pero poco después acababan subiendo para alcanzar máximos históricos. Los seres humanos somos muy olvidadizos.

Es triste pero es una realidad: 500 millones de cuentas robadas ya no asombran a (casi) nadie. Todos los escándalos que han sufrido Facebook no han afectado demasiado a su posición de referencia (lo mismo ocurre con otras empresas), y a pesar de campañas que animan a abandonar las redes sociales -o a usarlas menos con esa tendencia casi olvidada del 'bienestar digital'— la fortaleza de esta red social es patente.

¿Hay alternativas? Las hay, sin duda. Algunas con buenas intenciones y características interesantes. El problema es que (casi) nadie las está usando. Hasta nos preguntamos por qué ahora algunas empresas como Apple, tan centrada en los últimos tiempos en servicios, no se plantea una red social de pago basada en esa privacidad que defiende.

Esto último puede hacerlo algo más que los demás teniendo en cuenta que no depende de los datos que recolecta, pero dejando a un lado ese debate, quizás sea el momento de que alguien con recursos ofrezca esa alternativa por la que muchos quizás pagaríamos. Una (más o menos) libre de publicidad, de discursos de odio o de recolección masiva de datos. Qué difícil parece. O qué fácil, según se mire.

Imagen | Pixabay

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