Durante años, los híbridos enchufables fueron vendidos como el paso ideal hacia una movilidad más limpia: un vehículo que puede funcionar como eléctrico en ciudad y como vehículo convencional en carretera.
Sobre el papel, suena perfecto. Pero a partir de 2025, la historia cambia. La Unión Europea ha endurecido sus protocolos de homologación y, como resultado, las emisiones reales de estos vehículos se están disparando oficialmente hasta por cuatro veces más. ¿La razón? Por fin los estamos midiendo como se usan en la vida real.
Un híbrido que no era tan verde
Desde hace más de una década, los híbridos enchufables (PHEV) han gozado de beneficios fiscales, incentivos a la compra y la bendición de ser considerados vehículos ecológicos. Su argumento era simple, al combinar un motor eléctrico con uno de combustión, se puede recorrer buena parte del día sin emitir gases contaminantes, siempre que se cargue la batería con regularidad.
Hasta ahora, los consumos homologados de estos vehículos eran llamativamente bajos, entre 1 y 2 litros cada 100 kilómetros, con emisiones de CO₂ de apenas 37 a 39 g/km. Cifras que les daban ventaja frente a los motores tradicionales y los hacían atractivos tanto para consumidores como para fabricantes.
Pero había un problema: esas cifras no reflejaban el uso real. Según el International Council on Clean Transportation (ICCT), el consumo real promedio de los híbridos enchufables en Europa se sitúa entre 4.0 y 4.4 L/100 km para vehículos particulares y hasta 8.4 L/100 km para vehículos de empresa. Es decir, entre tres y cinco veces más de lo declarado.
Y en términos de emisiones, el desajuste es igual de grave. Mientras las cifras oficiales hablaban de menos de 40 g/km de CO₂, en la práctica se registran niveles de entre 90 y 195 g/km, muy por encima incluso de algunos modelos diésel.
¿Por qué ocurre esto?
La clave está en el uso. Muchos conductores no recargan regularmente sus vehículos. En lugar de aprovechar la batería para los trayectos cortos y diarios, terminan utilizando mayoritariamente el motor de combustión. Esto convierte al híbrido enchufable en un carro convencional... pero más pesado, menos eficiente y mucho más caro.
La Unión Europea ha detectado esta práctica como una forma de "maquillar" las cifras de emisiones. De hecho, en 2024, la Comisión Europea afirmó que los PHEV emiten un 350% más CO₂ en condiciones reales que en pruebas de laboratorio. En Suiza, las ayudas a la compra de estos vehículos se retiraron en 2022, tras concluir que contaminaban tanto como un diésel en la práctica.

Nuevas reglas para un nuevo escenario
Para corregir esta situación, desde el 1 de enero de 2025 entró en vigor la norma Euro 6e bis, que cambia por completo el proceso de homologación de los híbridos enchufables mediante pruebas más exigentes, se evaluarán recorridos de hasta 2.200 kilómetros, se incorporarán condiciones extremas de temperatura y altitud, y se analizará el rendimiento del vehículo con la batería descargada, simulando el uso real que hacen la mayoría de los conductores.
Y eso no es todo. En 2027 llegará Euro 6e bis-FCM, que duplicará la duración de las pruebas hasta 4.260 kilómetros, elevando aún más el nivel de exigencia.
Con este nuevo escenario, ya no bastará con mostrar buenos datos “de laboratorio”. Los fabricantes tendrán que demostrar que sus vehículos son realmente eficientes en el mundo real.
El impacto económico para la industria
Más allá de la imagen, estas nuevas regulaciones tienen un impacto directo en los bolsillos de los fabricantes. A partir de 2027, la media de emisiones permitida por marca será de 93.6 g/km de CO₂. Quienes superen ese umbral deberán pagar 95 euros por cada gramo excedido y por cada vehículo vendido.
Eso puede traducirse en multas millonarias. Por ejemplo, si una marca vende un millón de vehículos y registra una media de 94.6 g/km de CO₂, la multa ascenderá a 95 millones de euros. No es un asunto menor.
Durante años, los híbridos enchufables han sido utilizados como un “comodín” para cumplir con los objetivos de emisiones: sus bajas cifras homologadas permitían a las marcas compensar modelos más contaminantes y evitar sanciones. Incluso se podían “matricular” hasta tres PHEV por cada vehículos de gasolina sin pasarse del límite.
¿Qué futuro les espera a los híbridos enchufables?
La tecnología PHEV aún tiene sentido si se usa bien. Para quienes hacen trayectos cortos y pueden cargar su vehículo cada noche, es una opción eficiente. Pero la mayoría no lo hace. Y si no cargas tu híbrido enchufable, estás conduce un vehículo que contamina como uno convencional, pero más caro y más pesado.
Las nuevas normas de homologación buscan cerrar esa brecha entre lo que se promete y lo que realmente ocurre en la calle. Y lo están logrando: los nuevos datos son más duros, más largos y más parecidos a la vida real.
El resultado es que muchos fabricantes tendrán que tomar decisiones difíciles: acelerar su apuesta por el vehículo eléctrico puro o asumir el coste de seguir vendiendo híbridos enchufables que ya no “maquillan” cifras.
Lo que parecía una solución de transición hacia una movilidad más limpia ha resultado ser una verdad incómoda: la sostenibilidad no depende solo de la tecnología, sino de cómo se usa. Y en ese terreno, los híbridos enchufables no han cumplido su promesa.
A partir de ahora, ya no podrán esconderse detrás de cifras ideales. Las cuentas claras están llegando, y los híbridos enchufables se enfrentan al mayor examen de su historia.
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