IA, ransomware y regulación: las grandes tendencias de la ciberseguridad que marcarán el arranque de 2026

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Jimmy Pepinosa

Editor

El inicio de 2026 no traerá un escenario más simple en materia de seguridad digital. Por el contrario, la superficie de ataque continúa expandiéndose al mismo ritmo que la adopción tecnológica, y la inteligencia artificial se consolida como el eje que redefine tanto la defensa como el delito. 

Un informe reciente del equipo de investigación de ESET puso sobre la mesa tres fuerzas que ya están moldeando el panorama y que serán decisivas en los próximos meses: el uso ofensivo de la IA, la evolución del ransomware como negocio criminal y una nueva etapa de regulación que empieza a dejar atrás la teoría para pasar a la ejecución.

Y es que la IA dejó de ser una promesa futurista y se convirtió en una herramienta cotidiana. Ese mismo salto es el que hoy aprovecha el cibercrimen. 

Cuando la inteligencia artificial cambia de bando

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Durante 2025, ESET identificó un aumento sostenido de ataques donde la automatización no solo acelera procesos, sino que amplía el alcance de los atacantes con una barrera técnica cada vez más baja. En 2026, este fenómeno se intensificará.

Los modelos generativos permiten crear mensajes de engaño casi indistinguibles de una comunicación legítima, adaptados al contexto, al idioma y hasta al perfil psicológico de la víctima. 

La novedad no está solo en el realismo, sino en la velocidad: campañas que antes tomaban semanas hoy pueden generarse en minutos. A esto se suma la aparición de agentes autónomos capaces de ejecutar ciclos completos de ataque, desde el reconocimiento inicial hasta la explotación, con mínima intervención humana.

Para Mario Micucci, investigador de seguridad informática de ESET Latinoamérica, el punto crítico está en la escala. La IA no solo hace más eficiente al atacante, sino que democratiza el acceso a capacidades avanzadas. El resultado es un ecosistema donde los ataques masivos requieren menos inversión y se mueven más rápido que muchos sistemas de detección, poniendo en tensión a organizaciones que adoptan IA sin controles claros.

El ransomware no desaparece, se transforma

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Lejos de perder fuerza, el ransomware entra a 2026 con una estructura más flexible y difícil de rastrear. En Latinoamérica, los esquemas de Ransomware-as-a-Service demostraron durante 2025 que siguen siendo rentables, y la inteligencia artificial empieza a jugar un rol transversal en estas operaciones.

El uso de IA ya no se limita a la escritura de código malicioso. Su impacto se siente en la planificación del ataque, en la capacidad de moverse dentro de las redes comprometidas y en la extorsión posterior. 

La automatización permite ajustar la presión sobre las víctimas, escalar amenazas de forma progresiva y amplificar el daño reputacional mediante contenido sintético, como filtraciones falsas o comunicaciones diseñadas para manipular emocionalmente.

De cara al nuevo año, ESET anticipa un ecosistema criminal más fragmentado, con grupos pequeños que, apoyados en IA, logran operar con la eficacia que antes solo tenían las grandes bandas. El resultado serán ataques más rápidos, con menos señales visibles y mayores dificultades para atribuir responsabilidades.

La regulación entra en su fase más compleja

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Mientras las amenazas evolucionan, los marcos regulatorios también cambian de ritmo. Si los últimos años estuvieron marcados por el diseño de normas, 2026 se perfila como el momento en que esas reglas empiezan a aplicarse con mayor rigor. La inteligencia artificial ya no se evalúa únicamente por su potencial innovador, sino por su impacto en derechos, seguridad y gobernanza.

Las políticas avanzan hacia la exigencia de trazabilidad del contenido generado por IA, restricciones en usos considerados de alto riesgo y una mayor fiscalización sobre modelos de propósito general. 

Este giro implica un desafío particular para las organizaciones de América Latina, que deberán demostrar control sobre la información procesada por sistemas inteligentes, auditar proveedores tecnológicos y definir responsabilidades claras ante incidentes relacionados con IA.

El concepto de “human in the loop” cobra relevancia en este contexto. La supervisión humana deja de ser una recomendación y empieza a convertirse en un requisito para mitigar riesgos legales, reputacionales y operativos en entornos cada vez más automatizados.

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