El cometa interestelar 3I/ATLAS alcanzó su punto más cercano a la Tierra y ahora continúa su viaje por el sistema solar, pero, ¿cómo fue su paso y qué sigue para este misterioso objeto espacial?

3I/ATLAS
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Jimmy Pepinosa

Editor

El viernes 19 de diciembre marcó el momento más esperado del recorrido de 3I/ATLAS por el vecindario solar, pues justamente fue durante la madrugada de este día que el cometa interestelar alcanzó su punto más cercano a la Tierra, pasando a unos 270 millones de kilómetros de distancia. 

Y aunque el término “cercano” puede resultar engañoso, esa separación permitió a la comunidad científica observarlo con un nivel de detalle que difícilmente se repetirá, pues este misterioso objeto seguirá su rumbo para jamás volver.

Durante ese tránsito, telescopios terrestres y espaciales concentraron su atención en la coma y el comportamiento del núcleo. Instrumentos como Hubble, James Webb y varias sondas de observación solar siguieron su evolución casi en tiempo real, mientras misiones menos evidentes, como satélites meteorológicos y naves en Marte, aportaron datos desde otros ángulos. El resultado fue una campaña coordinada poco común.

Un brillo inesperado y señales difíciles de explicar

3I/ATLAS (NASA)

A medida que 3I/ATLAS se acercó al Sol semanas antes de su encuentro con la Tierra, los astrónomos notaron un aumento de brillo que superó las proyecciones iniciales. Este comportamiento fue registrado por observatorios dedicados al estudio del Sol, como STEREO y SOHO, y llamó la atención porque no encajaba del todo con lo observado en cometas del sistema solar a distancias similares.

El fenómeno se asocia al calentamiento del núcleo y a la liberación de gases y polvo, un proceso habitual en estos cuerpos. Sin embargo, en este caso la intensidad fue mayor. 

Los científicos aún analizan si se trata de una composición distinta, de capas internas expuestas de forma tardía o de procesos químicos poco comunes. Incluso se detectaron emisiones en rayos X, producto de la interacción entre los gases del cometa y el viento solar, una observación que aporta información sobre elementos que no suelen medirse con telescopios ópticos.

Lo que revelan su composición y su origen

3I/ATLAS (NASA)

Las observaciones espectroscópicas sugieren que 3I/ATLAS contiene agua, dióxido de carbono y monóxido de carbono, pero en proporciones que no son habituales en los cometas conocidos. 

También se identificaron señales de polvo con características distintas y gases con presencia de níquel en una relación poco frecuente frente al hierro. Estos indicios refuerzan la idea de que se formó en un entorno muy distinto al del sistema solar.

Su trayectoria hiperbólica confirma que no está ligado a la gravedad del Sol. Todo apunta a que proviene del llamado disco grueso de la Vía Láctea, una región más antigua que aquella donde se formó nuestro sistema planetario. Algunos estudios sugieren que podría tener hasta 7.000 millones de años, lo que lo convertiría en uno de los cometas más antiguos jamás observados.

El rumbo que sigue tras su encuentro con la Tierra

3I/ATLAS (NASA)

Superado su punto más cercano, 3I/ATLAS ya se aleja en dirección a las regiones externas del sistema solar. No entrará en órbita ni regresará. 

Su camino lo llevará más allá de la influencia del Sol hasta perderse nuevamente en el espacio interestelar, siguiendo una ruta que lo mantendrá observable con telescopios durante algunos meses más, al menos hasta la primavera boreal de 2026.

En este tramo final, su brillo disminuirá de forma gradual y la actividad del núcleo se irá apagando. Aun así, los datos recopilados durante su paso seguirán siendo analizados durante años, alimentando modelos sobre la formación de sistemas estelares y la diversidad de materiales que existen más allá de nuestro entorno.

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