La pregunta sobre cómo surgió la vida en la Tierra suele llevarnos a experimentos de laboratorio, teorías biológicas y reconstrucciones del pasado remoto del planeta. Sin embargo, una parte importante de la respuesta podría no estar aquí, sino en un asteroide que viaja entre nosotros desde antes de que existieran los océanos.
Bennu, un cuerpo rocoso de apenas medio kilómetro de diámetro, acaba de demostrar que la química que sostiene a los seres vivos no es un privilegio terrestre: también está escrita en otros rincones del sistema solar.
El hallazgo, revelado tras años de estudios y publicado en varias revistas científicas, es el resultado más profundo que ha entregado la misión OSIRIS-REx de la NASA. Y abre una historia donde polvo ancestral, moléculas delicadas y una sustancia inesperada comienzan a encajar como piezas de un rompecabezas que apunta a un origen compartido entre la Tierra y el espacio.
Un viaje de millones de kilómetros con respuestas inesperadas
(NASA)
Cuando OSIRIS-REx tocó la superficie de Bennu en 2020 para tomar una muestra y regresó a la Tierra en 2023, los científicos esperaban datos valiosos, pero no un catálogo químico casi completo de los componentes necesarios para la vida.
En los laboratorios, 603 miligramos de polvo y rocas se transformaron en una ventana al pasado del sistema solar.
El análisis reveló la presencia de azúcares esenciales como la glucosa y la ribosa. Este detalle cambió el rumbo de la investigación: por primera vez, se identificaba glucosa en una muestra extraterrestre completamente prístina, libre de contaminación terrestre.
La presencia de ribosa, clave para construir ARN, reforzó la posibilidad de que los primeros pasos de la vida en la Tierra dependieran más del ARN que del ADN, una idea conocida como la hipótesis del “mundo del ARN”.
Para los investigadores, la combinación de estos azúcares ofrece una señal poderosa: se habrían formado de manera abiótica dentro del propio asteroide, cuando el sistema solar apenas comenzaba a tomar forma. Esto convierte a Bennu en algo más que un remanente rocoso: es un archivo químico.
Un hallazgo que amplía el mapa de los ingredientes de la vida
(NASA)
Antes de este estudio, se habían detectado aminoácidos y nucleobases en meteoritos, pero siempre existía la duda sobre si habían llegado contaminados desde la Tierra tras cruzar la atmósfera.
Con Bennu, esta incertidumbre se disipó. Las muestras viajaron selladas desde el espacio hasta los laboratorios, asegurando que todo lo encontrado nació allí.
A los azúcares se sumaron aminoácidos, ácidos carboxílicos, bases nitrogenadas y restos de polvo de estrellas que anteceden al propio Sol. Los científicos describieron el conjunto como un “kit químico” sorprendentemente completo, capaz de dar energía, estructura y funciones a moléculas como el ARN.
La implicación es profunda: los ingredientes para la biología no surgieron únicamente en la Tierra, sino que estuvieron disponibles en asteroides ricos en carbono que recorrieron el sistema solar primitivo. Muchos de ellos pudieron caer en nuestro planeta hace miles de millones de años, sembrando los compuestos iniciales que luego permitirían el salto hacia la vida.
El enigmático “chicle espacial” que nadie esperaba encontrar
(NASA)
Aunque los azúcares captaron gran parte del interés científico, una sustancia distinta terminó convirtiéndose en uno de los hallazgos más sorprendentes. Entre los granos de polvo apareció un material polimérico con un aspecto y una textura que llevaron al equipo a bautizarlo como “chicle espacial”.
Este compuesto, descrito en otro estudio publicado en Nature Astronomy, no se parece a los minerales conocidos en rocas extraterrestres. Es un material rico en nitrógeno y oxígeno, capaz de haber sido flexible en sus orígenes y endurecido con el tiempo. Su formación podría indicar que el asteroide albergó condiciones químicas complejas, suficientes para generar macromoléculas orgánicas que hoy solo asociamos a los seres vivos.
Aunque aún se desconoce su origen exacto, esta goma primitiva plantea nuevas preguntas sobre los procesos de síntesis química que ocurrieron en cuerpos como Bennu, y abre una línea de investigación inesperada sobre estructuras orgánicas en el espacio.
Una cápsula del tiempo del sistema solar primitivo
(NASA)
Bennu, con sus 4.500 millones de años de edad estimada, actúa como un fósil que conserva rastros de las reacciones químicas ocurridas cuando los planetas aún estaban formándose.
La estabilidad de moléculas tan sensibles como la ribosa sugiere que el cuerpo padre del asteroide estuvo en contacto con agua y experimentó procesos químicos que permitieron la síntesis de compuestos orgánicos complejos.
Además, la enorme cantidad de polvo de supernovas en la muestra, seis veces más que en cualquier otro material recuperado hasta ahora, indica que Bennu se formó en una región particularmente rica en restos de estrellas antiguas. Es una mezcla que conecta la historia del asteroide con eventos que anteceden incluso a la creación del Sol.
Ver 0 comentarios