Un asteroide viajó por nuestro “patio orbital” y ni la NASA lo vio venir, pese a que pasó a solo 428 km de la Tierra: ¿estamos preparados para protegernos del impacto de un objeto espacial?

Asteroide Cercano 4
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Jimmy Pepinosa

Editor

En la noche del 30 de septiembre, una roca espacial bautizada como 2025 TF cruzó la órbita terrestre a una distancia que rozó lo impensable: apenas 428 kilómetros de la superficie del planeta, un margen inferior al que recorre la Estación Espacial Internacional (EEI). Lo más sorprendente es que ningún telescopio la detectó antes de su paso.

El pequeño asteroide, del tamaño aproximado de un sofá entre 1,2 y 2,7 metros de diámetro, se desplazó silenciosamente sobre la Antártida a una velocidad de varios kilómetros por segundo. 

Solo horas después del encuentro, el sistema de vigilancia Catalina Sky Survey, en Arizona, registró su trayectoria, confirmando que acababa de pasar por nuestro “patio orbital”.

No se trató de un evento aislado: fue el segundo sobrevuelo más cercano registrado de un asteroide que no impactó contra la Tierra, después del 2020 VT4, que en noviembre de 2020 cruzó a apenas 368 kilómetros. En ambos casos, los objetos fueron detectados después de haber pasado, lo que evidencia los límites actuales de nuestros sistemas de monitoreo.

Una detección que llegó tarde

Asteroide Cercano 2 (Pexels)

El primer reporte sobre el 2025 TF apareció en los registros del Minor Planet Center el 1 de octubre, alrededor de seis horas después del suceso. Astrónomos del Observatorio Kitt Peak-Bok fueron los primeros en alertar del hallazgo, y poco después equipos en Australia y Europa refinaron su órbita para confirmar el sobrevuelo.

De acuerdo con la Agencia Espacial Europea (ESA), rastrear un objeto de apenas unos metros de ancho en medio de la inmensidad espacial es una tarea cercana a la proeza

Los telescopios dedicados a vigilancia de asteroides están optimizados para detectar cuerpos más grandes, los que podrían causar daños significativos en caso de impacto, mientras que los objetos pequeños suelen pasar desapercibidos hasta que es demasiado tarde.

Por fortuna, este asteroide no representaba un peligro real. De haber ingresado a la atmósfera terrestre, se habría desintegrado en una brillante bola de fuego, sin causar daño alguno en la superficie. En palabras de los astrónomos, el único “testigo potencial” habría sido algún pingüino curioso en la superficie antártica.

Doble visita en el vecindario espacial

Asteroide Cercano 3 (Pexels)

Apenas un día después de este episodio, otro visitante hizo su aparición: el asteroide 2025 TQ2, detectado desde el Observatorio Mount Lemmon. Este segundo objeto pasó a unos 4.851 kilómetros sobre Canadá, una distancia mucho más amplia, pero que sigue siendo inferior al propio diámetro de la Tierra.

Ambos asteroides pertenecen a distintas familias orbitales: mientras 2025 TF sigue una órbita tipo Apolo (cruzando la de la Tierra), 2025 TQ2 pertenece al grupo de los Aten, que orbitan más cerca del Sol. 

Aunque no están relacionados, su paso casi simultáneo sirve como recordatorio de que el tráfico cósmico cercano a la Tierra es constante.

¿Qué tan preparados estamos frente a un impacto real?

Asteroide Cercano 1 (Pexels)

La pregunta inevitable tras episodios como este es: ¿qué pasaría si el objeto fuera más grande y realmente peligroso?

En los últimos años, la comunidad internacional ha avanzado notablemente en la defensa planetaria. La NASA y la ESA lideran esfuerzos conjuntos para detectar, catalogar y evaluar riesgos de objetos cercanos a la Tierra (NEO, por sus siglas en inglés). 

Se calcula que ya se ha identificado más del 90 por ciento de los asteroides de tamaño “extinción de dinosaurios”, y ninguno representa una amenaza conocida en los próximos siglos.

El desafío está en los cuerpos medianos y pequeños, los llamados “city killers”, de entre 30 y 100 metros. Los expertos estiman que apenas el 10 por ciento de ellos ha sido detectado, una cifra que deja un margen considerable de incertidumbre.

Para mejorar la detección, la NASA prepara el lanzamiento del telescopio espacial NEO Surveyor, que rastreará objetos oscuros, rápidos y difíciles de ver desde la Tierra. Su misión será precisamente evitar que asteroides como el 2025 TF pasen desapercibidos.

La defensa planetaria: entre el avance y la vulnerabilidad

Asteroide Cercano 5 (NASA)

Además del monitoreo, los ejercicios de respuesta ante impacto son una parte crucial de la preparación

En 2022, la misión DART (Double Asteroid Redirection Test) demostró que es posible desviar un asteroide alterando su órbita mediante el impacto controlado de una nave. Fue la primera vez que la humanidad probó exitosamente una técnica de este tipo.

Sin embargo, los simulacros internacionales recientes han revelado debilidades en la comunicación y coordinación global ante un posible escenario real. En un ejercicio realizado en 2024, los expertos concluyeron que el mundo aún no está listo para lanzar una misión de mitigación con la rapidez necesaria si se detectara un objeto con pocas semanas de anticipación.

A nivel institucional, dos entidades respaldadas por Naciones Unidas, la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN) y el Grupo Asesor de Planificación de Misiones Espaciales (SMPAG), trabajan para mejorar esta coordinación y compartir datos en tiempo real.

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