El cometa 3I/ATLAS, un visitante que proviene del espacio interestelar, se acerca al Sistema Solar interior desafiando las ideas tradicionales sobre cómo se comportan los cometas.
Tras su paso cercano por Marte, a tan solo 29 millones de kilómetros de distancia, este objeto se ha convertido en el foco de una ambiciosa campaña de observación en la que participan cuatro telescopios espaciales, satélites marcianos y rovers de la NASA.
Durante su aproximación, 3I/ATLAS viaja a una velocidad estimada de 310.000 kilómetros por hora, y aunque su trayectoria lo lleva hacia el Sol, no representa ningún peligro para la Tierra. Lo que sí promete es ofrecer una de las oportunidades más valiosas para comprender la composición y el origen de los objetos que viajan entre estrellas.
Lo que vieron los telescopios espaciales
(NASA)
Las primeras observaciones, realizadas por el James Webb, el Hubble, SPHEREx y TESS, revelaron que este cometa rompe con todos los patrones conocidos.
En su tenue atmósfera, la llamada coma que rodea el núcleo, se detectaron proporciones de dióxido de carbono y agua completamente atípicas: por cada ocho partículas de carbono, solo hay una de agua. En los cometas convencionales del Sistema Solar, la proporción suele ser justo la contraria.
Además, la actividad del 3I/ATLAS comenzó mucho antes de lo esperado, cuando todavía se encontraba a 6 unidades astronómicas del Sol, es decir, unos 900 millones de kilómetros. A esa distancia, la radiación solar es débil, por lo que el aumento de su brillo y la formación de su cola fueron completamente inesperados.
Estas anomalías químicas y físicas sugieren que el cometa podría haberse formado en un sistema estelar muy diferente al nuestro, tal vez con una alta concentración de dióxido de carbono o bajo condiciones de radiación intensa durante millones de años.
Visto desde Marte: una imagen histórica
(NASA)
El pasado 4 de octubre, el rover Perseverance, de la NASA, logró captar una imagen de 3I/ATLAS desde la superficie marciana.
La instantánea, compartida pocos días después, muestra un punto luminoso desplazándose sobre el horizonte del planeta rojo. La observación confirma que el cometa se encuentra ya en la etapa más activa de su trayecto, acercándose gradualmente al Sol.
Aunque algunas páginas oficiales de la NASA no se han actualizado debido a los ajustes presupuestales recientes en el gobierno de Donald Trump, la agencia y otros observatorios del mundo continúan vigilando el fenómeno con atención.
Un cometa que no volverá
(NASA)
A diferencia de los cometas periódicos, que regresan cada cierto tiempo, 3I/ATLAS no volverá jamás. Su trayectoria hiperbólica lo llevará a abandonar el Sistema Solar hacia mediados de 2026, perdiéndose nuevamente en el espacio interestelar.
Los expertos creen que al ser interestelar, se trata de un visitante único; no tiene órbita cerrada, y tras su paso cerca del Sol, continuará su viaje hacia regiones donde ya no podremos observarlo.
Lo interesante es que este tipo de descubrimientos ayudan a comprender los procesos de formación planetaria más allá de nuestro entorno: “Estudiar su química y estructura permitirá reducir la incertidumbre sobre qué tipo de sistemas estelares pudieron dar origen a objetos como este”.
Camino hacia el Sol
(NASA)
El próximo 29 de octubre, 3I/ATLAS alcanzará su perihelio, es decir, el punto más cercano al Sol. Nadie sabe con certeza qué ocurrirá entonces.
Los cometas son cuerpos frágiles, y el calentamiento extremo podría provocar que se fracture o se fragmente. Si sobrevive, los astrónomos esperan observar sus capas internas, revelando materiales que no se habían visto desde su formación hace miles de millones de años.
Después de su paso solar, el cometa será visible nuevamente desde la Tierra durante noviembre y alcanzará su máxima aproximación a nuestro planeta en diciembre, a 269 millones de kilómetros.
Un mensaje desde otro sistema estelar
(NASA)
3I/ATLAS es el tercer objeto interestelar detectado en nuestro vecindario cósmico, después de ʻOumuamua en 2017 y 2I/Borisov en 2019. Sin embargo, sus propiedades lo convierten en el más enigmático de todos.
Para los científicos, cada medición de su brillo, su composición o su trayectoria es una ventana hacia otro sistema solar, uno que podría haberse formado mucho antes que el nuestro.
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