Un misterioso “núcleo interno” más allá de Neptuno desafía las teorías planetarias y abre preguntas sobre el origen del sistema solar

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Jimmy Pepinosa

Editor

La región más lejana del sistema solar acaba de sumar un nuevo interrogante. Astrónomos de la Universidad de Princeton y del Instituto de Estudios Avanzados identificaron una estructura oculta en el Cinturón de Kuiper, un agrupamiento de objetos helados que, según los modelos actuales, no debería estar ahí. 

Su existencia redefine la arquitectura del vecindario más distante del Sol y abre un inesperado capítulo en la historia de cómo se formaron los planetas porque durante décadas se pensó que este cinturón ubicado entre las 30 y 50 unidades astronómicas, era un territorio más o menos uniforme. 

Allí habitan cuerpos helados como Plutón, Makemake o Eris, junto con miles de objetos menores que orbitan de manera casi silenciosa. Sin embargo, al aplicar un método de análisis distinto al usado en estudios previos, los investigadores encontraron señales de que esa aparente homogeneidad escondía una estructura adicional.

Ls mirada distinta que terminó en descubrimiento 

Neptuno Nucleo 2 (NASA)

La pista apareció cuando los astrónomos emplearon DBSCAN, un algoritmo capaz de detectar patrones ocultos en grandes conjuntos de datos. Antes de correrlo, tuvieron que depurar las órbitas para aislar los efectos gravitatorios de Neptuno y otros gigantes gaseosos. 

Este proceso dejó expuestos los llamados elementos orbitales libres, una especie de versión primordial del movimiento de cada objeto.

Al analizar esta información “limpia”, el algoritmo recuperó el núcleo tradicional del cinturón, descubierto en 2011, pero también reveló otro grupo: un “núcleo interno” situado alrededor de las 43 unidades astronómicas.

Sus órbitas destacan por ser notablemente más circulares y alineadas con el plano del sistema solar. Para los astrónomos, es una población “más fría”, no por temperatura, sino por la calma dinámica que parece haber acompañado su evolución.

Un rompecabezas gravitacional en el borde del sistema solar

Neptuno Nucleo 3 (NASA)

La forma en que este nuevo núcleo se relaciona con el ya conocido es parte del misterio. Dependiendo de los parámetros del algoritmo, ambos parecen fusionarse en una sola estructura… pero también podrían estar separados por una resonancia orbital en 43.7 unidades astronómicas.

Las resonancias son regiones donde la gravedad de un planeta, en este caso Neptuno, elimina gradualmente los objetos que intentan permanecer ahí. Si ese hueco existe, explicaría por qué el núcleo y el núcleo interno parecen dos poblaciones distintas cuando en realidad podrían formar parte de una sola estructura dividida por este efecto gravitatorio.

La diferencia en excentricidades sugiere que el núcleo interno pudo haber tenido un pasado menos violento. Esto abre una posibilidad que entusiasma a la comunidad científica: que estos cuerpos hayan permanecido prácticamente intactos desde el nacimiento del sistema solar. Serían, en otras palabras, fósiles orbitales.

¿Un vestigio primordial de la formación planetaria?

Neptuno Nucleo 4 (NASA)

La hipótesis más audaz es que este grupo se formó exactamente donde está hoy, hace más de 4.000 millones de años. Si nada lo perturbó desde entonces, ni colisiones, ni migraciones planetarias extremas, su estudio podría ofrecer una ventana directa al pasado.

Otros expertos señalan la migración de Neptuno como pieza clave. De acuerdo con modelos como el Nice, el planeta se desplazó en “saltos” durante las primeras etapas del sistema solar, reorganizando los objetos a su alrededor. Ese mismo proceso explicó el origen del núcleo tradicional del cinturón de Kuiper, así que el nuevo agrupamiento encajaría dentro del mismo marco teórico.

Aun así, los responsables del estudio admiten que falta evidencia para confirmar que el núcleo interno existe tal como parece. Todo podría deberse a una interpretación demasiado temprana de un patrón estadístico.

Lo que viene: un telescopio que podría resolver el enigma

Neptuno Nucleo 5 (NASA)

La respuesta podría estar a meses de distancia. El Observatorio Vera C. Rubin, en Chile, está por iniciar el sondeo LSST (Legacy Survey of Space and Time), que cartografiará el cielo con una profundidad sin precedentes. Cuando eso ocurra, el número de objetos conocidos del Cinturón de Kuiper podría multiplicarse.

Con más datos, será posible medir con mayor precisión las órbitas y determinar si el núcleo interno es realmente una estructura independiente, la prolongación del núcleo tradicional o un eco de eventos gravitacionales pasados.

Si se confirma, el hallazgo cambiaría lo que entendemos sobre la migración de los planetas gigantes y sobre cómo se acomodaron los objetos más antiguos del sistema solar. También abriría la puerta a identificar otras regiones que conserven huellas del origen del entorno planetario donde vivimos.

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