El 29 de octubre de 2025, el objeto interestelar 3I/ATLAS alcanzó su punto más cercano al Sol, tan solo ocho días después de la conjunción solar con la Tierra y menos de un mes después de cruzar el plano de la eclíptica, cuando estuvo más próximo a Marte.
Esta sincronía, que el reconocido astrónomo Avi Loeb, profesor de Harvard, calificó como una oportunidad excepcional pues permitió observar de primera mano uno de los efectos más fascinantes de la física moderna: la lente gravitacional.
De acuerdo con la teoría general de la relatividad propuesta por Albert Einstein, la luz no viaja en línea recta cuando pasa cerca de un objeto masivo, como el Sol. La gravedad curva el espacio-tiempo, desviando los rayos de luz como si un lente invisible los doblara.
Este fenómeno, conocido como lente gravitacional, permite a los científicos medir la curvatura de la luz y, con ello, comprobar con precisión la validez de las ecuaciones de Einstein más de un siglo después de su formulación.
La fórmula de Einstein aplicada a 3I/ATLAS
(NASA)
Loeb explica que el desvío de la luz de 3I/ATLAS al pasar junto al Sol puede calcularse con la fórmula: (4GM/c²) × [D_ds / (A × D_s × D_d)].
En este caso G es la constante de gravitación universal, M la masa del Sol, c la velocidad de la luz y D_d, D_s, D_ds, representan las distancias entre la Tierra, el Sol y el objeto interestelar.
Sustituyendo los valores observados durante su paso por el perihelio, el astrónomo calculó un ángulo de desviación de aproximadamente 0,27 segundos de arco, una magnitud pequeña pero detectable por telescopios astronómicos de alta precisión.
En palabras de Loeb, esto convirtió a 3I/ATLAS en un laboratorio cósmico que permitió medir de manera directa el efecto de lente gravitacional del Sol, algo que rara vez puede observarse con tanta claridad en tiempo real.
Un objeto lleno de misterios
(NASA)
Más allá de su interés físico, 3I/ATLAS ha captado la atención de la comunidad científica por su comportamiento atípico. Desde su detección, el objeto ha mostrado una serie de anomalías orbitales y químicas que lo distinguen de los cometas conocidos.
Entre ellas se incluyen una trayectoria retrógrada sorprendentemente alineada con el plano de los planetas, una aceleración no gravitacional cerca del Sol detectada por el observatorio ALMA en Chile, y un brillo inusualmente azul que superó al del propio Sol durante su perihelio.
Además, los análisis espectrales revelaron una composición rica en níquel, una relación química más cercana a aleaciones industriales que a los materiales típicos de los cometas naturales.
Según Loeb, si todas estas irregularidades provinieran de un proceso natural, el objeto habría tenido que perder al menos un 15 por ciento de su masa, liberando una nube de más de 5.000 millones de toneladas de gas.
Esa nube debería ser claramente visible en las próximas observaciones de noviembre y diciembre, cuando 3I/ATLAS se acerque a su punto más próximo a la Tierra, el 19 de diciembre de 2025.
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