Así es como Palmer Luckey abandonó la realidad virtual para crear Anduril y su polémica muralla fronteriza virtual

Así es como Palmer Luckey abandonó la realidad virtual para crear Anduril y su polémica muralla fronteriza virtual
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A los 16 años la mayoría de la gente está disfrutando de una madura adolescencia, pero a esa misma edad Palmer Luckey ya estaba creando gafas de realidad virtual. En 2012, con apenas 20, lanzó las Oculus Rift en Kickstarter y el resto, como suele decirse, es historia.

La empresa que creó acabó siendo comprada por Facebook, pero Luckey abandonó el proyecto en 2017 y comenzó una nueva y polémica aventura: creó Anduril Industries, una empresa que desarrolla una muralla virtual para vigilancia fronteriza.

De entretener e ilusionar a crear un inquietante sistema de vigilancia fronteriza

La realidad virtual prometía un cambio espectacular en muchos ámbitos de la industria, pero tras todos estos años su alcance se ha visto reducido esencialmente al mundo de los videojuegos y el entretenimiento. El propio Luckey afirmaba en 2018 que "la realidad virtual no es lo suficientemente buena y no será masiva ni siendo gratis".

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Ya no tanto, parece.

Puede que esa visión ayudara a la decisión de salir de Facebook, aunque en dicho abandono también tuvo que ver una polémica donación y apoyo a la candidatura presidencial de Donald Trump de 2016 que según los rumores provocó tensión entre él y Mark Zuckerberg.

Tras la salida de Facebook, Luckey comenzó a trabajar en un proyecto que ha acabado convirtiéndose en uno de los más debatidos a nivel tecnológico: su startup, Anduril Industries, ha creado una serie de torres de vigilancia llamadas Sentry Towers que permiten, al ser alineadas, formar una especie de barrera fronteriza virtual.

Torres e inteligencia artificial, pero sin reconocimiento facial

Cada una de estas torres cuenta con una serie de paneles solares para recolectar energía y permitir que la vigilancia se mantenga activa las 24 horas del día. En la parte superior del mástil se sitúan varias cámaras, sensores y antenas que permiten detectar animales, vehículos o gente en los alrededores.

Dims

A esa solución hardware se le suma un componente fundamental, la llamada Lattice AI, un sistema de inteligencia artificial que recolecta datos de todas esas torres, identifica los objetos en movimiento e informa a quienes ponen en marcha este sistema de vigilancia. En este caso, los cuerpos de seguridad y el gobierno de Estados Unidos.

Según The Washington Post, ese gobierno ha invertido una jugosa cantidad de dinero -no especificada, pero se estima en cientos de millones de dólares- en un contrato con una duración de cinco años que hará que la empresa instale cientos de torres a lo largo de la frontera entre México y Estados Unidos en 2022.

Los responsables del U.S. Customs and Border Protection (CBP) destacaban que estas torres "serán una ayuda significativa contra las redes criminales que facilitan actividades ilegales de cruce de fronteras". Un proyecto piloto a principios de 2018 cerca de San Diego tuvo tal éxito que luego llevó a instalar otras 56 torres, y se espera que el total llegue a 200 de estas torres.

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La plataforma Lattice AI permite identificar movimientos en el entorno de la barrera fronteriza y alertar a las autoridades.

Las cámaras y sensores de estas torres, no obstante, no pueden usarse para una identificación facial, por ejemplo. Matthew Steckman, Chief Revenue Officer de Anduril Industries, explicaba en el WaPo que "sabemos a esa distancia si se trata de una persona, una vaca, un vehículo o un barco. No sabemos nada por debajo de ese nivel, pero para la seguridad fronteriza, especialmente en áreas rurales, eso es suficiente para la toma de decisiones".

Como señalan en Engadget, a ese contrato con el gobierno de Estados Unidos se suma el hecho de que acaban de cerrar una ronda de inversión de 200 millones de dólares que parece impulsarles como empresa con una estrecha relación con el Departamento de Defensa de este país.

Todo un salto para Luckey, que desde luego ha aprovechado el tiempo. Y esperad, porque solo tiene 27 años: parece tener tiempo más que suficiente para darnos alguna que otra sorpresa.

Imagen | Flickr

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