Nadie quiere escucharlo, pero la infraestructura de Twitter sí está colapsando

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Twitter tuvo, otra vez, algunos problemas este lunes. Poco antes del mediodía, hora de Colombia, millones de cuentas en todo el mundo se hallaron con que los enlaces en sus tweets y en los de otras cuentas sencillamente no funcionaban. Para muchos otros, las imágenes dejaron de cargarse. Muchos más se hallaron con un mensaje que nunca habían visto: "su API actual no incluye acceso a este punto de enlace".

El miércoles de la semana pasada hubo otra interrupción global significativa en Twitter, que evocó, a su vez, un incidente similar ocurrido hace casi un mes, cuando -según se indicó- un empleado eliminó por error los datos para un servicio interno crítico de la red.

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Muchos de los usuarios más jóvenes tal vez no lo recuerden, pero los tuiteros que comenzamos a usar la red social cuando todavía era joven llegamos a familiarizarnos con el dibujo de una ballena apenas sostenida por unos cuantos pajaritos. Era el pantallazo que desplegaba la plataforma en caso de caída y llegó a ser tan común que recibió un nombre: 'Fail Whale'.

Parece mentira que estemos regresando a una época en la que las caídas momentáneas de Twitter sean una ocurrencia regular. Pero todo indica que es lo que pasa. Porque la verdad incómoda, esa que pocos quieren escuchar, esa que pone a la defensiva a las legiones de fanáticos del otrora hombre más rico del mundo, es que Twitter solo resiste un número finito de golpes y en el último año ha recibido montones de ellos.

El efecto Musk

Hay, por supuesto, una explicación técnica para esto. A pesar de que muchas veces se ha sugerido que Twitter es inherentemente estable por ser una simple sucesión de mensajes razonablemente cortos, con fotos y ocasionalmente video de no muy buena resolución, esa interpretación olvida que, además de ser eso, Twitter es también un servicio híperpersonalizado en tiempo real para cada uno de sus usuarios. Eso llevó, en sus comienzos, a problemas en el código, picos de uso que daban al traste con toda la plataforma y la aparición frecuente de la mencionada ballena.

Twitter respondió entonces contratando a algunos ingenieros muy talentosos que pasaron años construyendo una sólida estructura para la red. Aunque Musk disparaba a menudo dardos sobre su ‘velocidad’, lo cierto es que la plataforma de Twitter exhibía por entonces una tremenda confiabilidad, incluso en tiempos de alta demanda. Twitter llegó a entender con los años las necesidades particulares de su servicio y construyó un equipo de ingenieros que sabía atenderlas.

Y luego llegó Elon Musk y los despidió a todos.

En el pasado, Twitter evitaba que incidentes menores escalaran a problemas globales diseñando protocolos de diagnóstico y respuesta. Musk no solo desmanteló esa estructura, sino que abandonó el uso de Slack, que había llegado a ser integral a la manera de hacer las cosas en la compañía. El resultado es que hoy los incidentes se acumulan porque los equipos de respuesta tardan más en identificar los problemas, y en resolverlos, incluso ahora que Musk aprobó, de nuevo, el uso de Slack.

E incluso cuando se identifican con relativa rapidez las fallas, mucho del conocimiento que facilitaba las soluciones ya dejó la empresa. La compañía no tiene un jefe permanente de infraestructura desde que Musk despidió a Nelson Abramson el año pasado. En su lugar asumió un ingeniero de Tesla... que renunció en enero.

'Tan frágil'

Musk, por su parte, pasado este episodio, usó Twitter para quejarse de la ‘fragilidad’ del código de la plataforma.

El ‘apagón’ del lunes no duró mucho más de una hora, pero revivió temores acerca de cuánto puede soportar una operación como la de Twitter y cuál es el juego a largo plazo para Elon Musk.

En el interín, ante el desmonte de los equipos encargados de controlarlos, han proliferado toda clase de fenómenos que en teoría se entienden como prohibidos. Por poner un ejemplo, la piratería, sin controles automáticos o manuales, básicamente campea en la plataforma, en donde hay cuentas que han subido  películas completas, por ninguna otra razón que porque pueden hacerlo.

La preocupación de otros sectores, como lo refleja un informe de BBC, es que similares faltas de controles abran paso a un aumento en los casos de explotación sexual infantil, campañas de acoso y mensajes de odio.

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