Olvida lo que has visto en las películas. Este miércoles, cuando comience el próximo cónclave papal, el Vaticano desplegará una estrategia tecnológica decididamente más física que digital para mantener el secreto absoluto, parte esencial del proceso.
Por eso, no pienses en firewalls y algoritmos de encriptación, sino en baldosas que obstruyen las señales electrónicas, armas anti-drones y una ‘jaula’ omnipresente de interferencia de RF. En una era en la que incluso los susurros pueden convertirse en armas y las violaciones de datos son comunes, la elección del próximo papa se perfila como un fascinante caso de estudio de seguridad de la información.
La primera parte de la estrategia ha estado en uso desde que existen los dispositivos móviles: básicamente, prohibirlos. Ni celulares ni tabletas, ni computadores ni wearables. En 2025, estar conectado es una vulnerabilidad y, por eso, los cardenales son ‘secuestrados’ y, de hecho, se llega a pedirles no tener contacto con el exterior, no leer noticias ni enviar cartas.
Pero eso es apenas el comienzo: después de 13 años del último cónclave, las amenazas tecnológicas se han multiplicado y hoy no son enjambres de papparazzi montados en Vespas los enemigos a vencer.
En cambio, toman forma preocupaciones más modernas, como una flota coordinada de drones, equipada con cámaras de alta resolución, imágenes térmicas e incluso sofisticadas capacidades de captura de audio. Es así que el área alrededor de la Capilla Sixtina fue designada como una no-fly zone para UAV y la guardia suiza dispone de bazookas de señales para derribar -digitalmente- a cualquier transgresor.
Aún más, el cónclave llevará a nuevos niveles el concepto de “ofuscación visual”. No basta con cerrar las cortinas, así que se desplegarán películas especializadas para ventanas con propiedades avanzadas de refractación de la luz para hacer que el interior de la Capilla Sixtina sea opaco para la vigilancia basada en drones. Las ventanas también incorporan un sistema que evita que se usen láseres para captar las vibraciones causadas por el sonido.
Pero, ¿y si alguien entra un micrófono al recinto? Los micrófonos diminutos y fáciles de ocultar, alimentados de forma remota o con batería de larga duración, representan un riesgo significativo dentro de los muros supuestamente seguros de la Capilla Sixtina y la residencia de los cardenales. Por eso, los equipos de seguridad armados con escáneres de ondas milimétricas y detectores de anomalías acústicas realizan barridos aleatorios al lugar antes, durante y después de cada votación.
Seguridad multi-capa
Para combatir todas estas amenazas del siglo XXI, el Vaticano ha desarrollado una arquitectura de seguridad de múltiples capas y, de nuevo, aplicada físicamente. El principal approach es el de Ground Zero Silence, un tipo de amortiguación de señal integrada que comienza con un suelo recién instalado en la Capilla Sixtina.
Más allá de ser estéticamente agradable, este sistema tiene la capacidad bloquear activamente las señales celulares para que no penetren o salgan del área, con lo que se constituye esencialmente en una bella "jaula de Faraday" a nivel del piso.
Esa jaula se complementa con otros recursos sobre los que, entendiblemente, el Vaticano ha dado pocos detalles. Es de suponer que integre recursos de interferencia de RF que ayuden a hacer de la Capilla Sixtina una "zona muerta" para un amplio espectro de protocolos de comunicación inalámbrica.
A todo esto se suma un sistema de vigilancia que busca prevenir el riesgo humano. A pesar de las defensas tecnológicas, el riesgo de que un cardinal filtre información, ya sea con intención o inadvertidamente, no puede desconocerse.
Y, una vez la elección se realice, el resultado del cónclave se transmitirá a través de un método decididamente de baja tecnología, pero innegablemente efectivo: el humo de colores. Este "canal de salida" analógico y binario permanece, al día de hoy, inmune a la piratería o la manipulación digital.
Ver 0 comentarios