Es verdad, en ausencia de secuencias alucinantes como la del Día del Juicio Final, o de muertes brutales como la de Jack, un episodio normal de El problema de los tres cuerpos corre el riesgo de resultar desprovisto de acontecimientos notables.
O así sería, si no fuera por la ciencia.
—Siguen spoilers del séptimo episodio de El Problema de los tres cuerpos.—
‘Un avance’
Porque a falta de todo lo mencionado antes, el episodio 7 nos muestra avances decididamente improbables en criogenia, ingeniería de materiales y navegación espacial. Sin duda cool, pero quizá no para todos.
El protagonista innegable del episodio es Will, quien reducido a un cliché de la ciencia ficción (un cerebro en un frasco) se apresta a lanzarse en una misión sin precedente en la Historia.
Es algo extraño, porque Will era el menos destacado de los ‘Cinco de Oxford’ cuando nos enteramos de su enfermedad, y aún después de enterarnos su arco ha estado impulsado por otros: por Jack, que le dejó su dinero: o por Jin, a quien por fin le confesó su amor, o por Wade, que lo recluta para ser el mencionado cerebro en el mencionado frasco: una sonda que será disparada para salir al encuentro de los San-Ti.
'Adiós, amigos'
Por este arco, y por los demás, esto comienza a sentirse como una despedida: Auggie quema sus puentes al liberar para el público su investigación.
Es una acción osada, incluso loable, hasta que uno recuerda que hablamos de fibras capaces de cortar gente en tiritas. Su misión está cumplida, entregó la vela que requería la misión, pero se harta de todo cuando se pone sobre la mesa la idea de sacrificar a Will. Se marcha quién sabe a dónde y quién sabe si volveremos a verla.
También se marcha -y a esta sí creo que sin duda no volveremos a verla- Ye Wenjie. Pero antes de sentarse a ver el atardecer junto a su asesina a la sombra de la derruida antena de la base Costa Roja, se sienta en una banca junto a Saul para contarle un chiste.
De cómo interpretes este chiste se deriva lo que la serie podría proponer como clave para darle a la Tierra una oportunidad.
El chiste de Einstein y de Dios se beneficia de la doble función, en inglés, del verbo Play. Nunca ‘toques’ con Dios es también nunca ‘juegues’ con Dios y esa versión ofrece infinitamente más posibilidades que ‘No te metas con Dios’.
Es, nos dice Ye, un chiste importante, uno sin el que quizá no podamos sobrevivir.