Lo mejor que tiene The Last of Us -y tiene mucho que elogiar- es su testaruda resistencia a ser una historia de héroes y villanos.
De Joel a Ellie, de Abby a Isaac, los personajes de esta serie son difíciles de ubicar en una casilla. “Héroes” como Joel han hecho cosas terribles, y “villanos” como Abby tienen, parece, facetas virtuosas. Es una lucha entre la luz y la oscuridad que ejemplifica a la perfección la jornada de Ellie, no en poca medida gracias a la magistral actuación de Bella Ramsey.
--Siguen spoilers del séptimo episodio, el final de la segunda temporada, de The Last of Us--

El episodio comienza inmediatamente después de los hechos del final del quinto episodio, cuando en la huída, una flecha de los scars alcanzó a Dina en la pierna. Jesse se encarga de las curaciones y, en el proceso, descubre una pieza clave de información.
Llega la mañana y, con ella, Ellie. Su preocupación por la condición de Dina es entendible, pero Jesse no está para aguantar demasiado. Para él, la presencia de Dina -y la suya- en Seattle se debe a una cruzada de venganza que no es la suya, y que contraviene la decisión del consejo de Jackson, que él está destinado a presidir.

Es el turno de Dina de encargarse de las curaciones y las heridas en la piel de Ellie le hablan de la violencia que aconteció en su encuentro con Nora. Ellie desnuda más que su piel y le cuenta todo: que la persiguió, torturó y, eventualmente, mató, y que le sorprendió lo fácil que le resultó hacerlo. Sobre todo, le confiesa que ya sabía lo que Joel hizo en Salt Lake City.
Pero el diálogo deja entrever el precio que la venganza ha significado para Ellie, que con cada nueva decisión teme acercarse más a la figura de los ‘villanos’ que persigue. Entre el llanto y la vergüenza, acepta regresar a Jackson.
Lamentablemente, no es así como se dan las cosas. El grupo todavía debe hallar a Tommy, del que no ha tenido noticias en días. Dina está herida, así que corresponde a Ellie y Jesse salir al punto de encuentro pactado con Tommy.

Seattle siendo Seattle, comienza a llover. Se avecina una tormenta y los Lobos están por lanzar una ofensiva final contra los scars. Isaac sabe que es posible que cuando salga el sol él y su círculo más cercano estén muertos. Cuenta con pasar el testigo a Abby, pero esta parece haber desaparecido.
Es un dato importante porque en este punto está prácticamente confirmado que la tercera temporada seguirá los acontecimientos de los mismos tres días en Seattle, pero desde la perspectiva de la mujer que mató a Joel.

Un diálogo entre Ellie y Jesse eleva las alarmas. Antes de que contemplemos todo lo que puede salir mal, el radio alerta al par acerca de la probable ubicación de Tommy, que parece estar atacando a los lobos con su rifle.
La rueda y la ballena
Lamentablemente, cuando están por acudir en su ayuda, Ellie ve la Rueda y la ballena que, según la confesión final de Nora, marca el escondite de Abby.
Ellie no logra resistirse a tener a su alcance el objetivo de su venganza y emprende un difícil trayecto que bien podría haberle costado la vida. Pero tras sobrevivir al mar enfurecido, escapar de los lobos y sobrevivir por un pelo a una ejecución de los scars, logra llegar al acuario.
Allí encuentra no a Abby, sino a Owen y a Mel, a quienes toma la decisión de no lastimar. Sin embargo, exige a punta de revólver que le digan dónde está Abby.
Owen trata torpemente de atacarla y Ellie dispara una sola bala, que atraviesa la garganta de él y termina por darle a Mel en el cuello.
Entonces, una Ellie horrorizada descubre que ha herido de muerte a una mujer embarazada. El peso de su venganza cae sobre ella en un segundo y Jesse y Tommy la encuentran paralizada de horror.
Pero cuando ya nada detiene a Ellie en Seattle y su regreso a Jackson es inminente, los lobos llegan hasta el teatro. Cuando va corriendo junto a Ellie para ayudar a Tommy, cuando una bala le da en el rostro a Jesse.
Ellie arroja su arma y confronta a Abby, que ha reducido a Tommy y está a punto de matarlo, porque está convencida de que fue él quien mató a su equipo. Ellie le confiesa que fue ella y le pide dejarlo vivir. Entonces Abby le dispara y la serie funde, miserable e imperdonablemente, a negro. Con dos años entre el comienzo de esta temporada y el final de la primera, la espera para el regreso de la serie no luce particularmente corta.
Y lo peor, el epílogo nos devuelve al día uno, por lo que con toda probabilidad, la tercera temporada- que por lo menos ya está confirmada- retomará allí la historia, con lo que tendremos que esperar todavía más para que vuelva a llegar al momento crucial.
Pero así es The Last of Us, nos rompe el corazón y nos hace sufrir, y la amamos por eso.

En medio de todo, el episodio incluye una escena fácil de ignorar, pero que reviste, en mi opinión, una importancia fundamental.
Cuando se halla en manos de los scars, a punto de ser colgada y eviscerada, Ellie ve cómo el grupo al que pertenecía un joven que ella intentó ayudar al comienzo del episodio no tiene ningún reparo -ni siquiera los niños- en cobrar la vida de alguien que no conocen.
Esa manera radical de pensar, que justifica las atrocidades de un lado mientras condena las de otro, esa ética de “lo que hago está justificado” y “lo que haces es malvado” es, cuando se aplica a exactamente las mismas acciones, una reflexión clarísima sobre su camino y el de Abby.
Ellie ya no quiere seguir ese camino, pero entre la muerte de Jesse, a manos de Abby, vuelve a devastarla. Si sobrevive -y, por supuesto, esperamos que sobreviva- de seguro tendrá en su interior dos voces, y lo que pase se decidirá según la que elija escuchar.
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