Esta es la Neuralink china, que promete tener muy pronto un implante más seguro y eficiente que el de Elon Musk

China Brain
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Beijing y Washington, enfrascadas en una constante pugna por la hegemonía tecnológica, han encontrado un nuevo campo de batalla: las interfaces cerebro-máquina (BCI).

Esta tecnología, que busca conectar el cerebro directamente a un ordenador u otro dispositivo, tiene el potencial de transformar radicalmente la forma en que interactuamos con el mundo.

Se trata, a la vez, de un avance histórico con el potencial de cambiar millones de vidas y una respuesta estratégica en la que las dos potencias medirán sus fuerzas, como lo han hecho antes en campos que van de la energía nuclear a la exploración espacial.

BCI

El tema viene desarrollándose hace años, pero ha ganado visibilidad recientemente por la participación de Elon Musk, CEO de Neuralink. El hombre más rico del mundo anunció el primer implante BCI en un humano, un hito que marca un antes y un después en el desarrollo de esta tecnología.

China, por supuesto, no se iba a quedar atrás.

La noticia de la participación China en la carrera por la supremacía BCI salió a la luz a través de un documento publicado por el Ministerio de Industria y Tecnología de la Información. En el texto se detallan los objetivos de desarrollo que el gigante asiático considera como relevantes para los próximos años y que, dada su importancia, intentará impulsar.

En el apartado "productos innovadores" se menciona a las interfaces cerebro-máquina. La idea es que país pueda desarrollar una serie de productos de interfaz cerebro-máquina, así como fomentar la exploración de aplicaciones en diversos campos.

Nuracom, la Neuralink china, asegura que está trabajando en un sistema BCI con un implante innovador mucho más seguro y eficiente cuyo chip será capaz de canalizar las señales cerebrales y brindar estimulación inversa. De momento, y a diferencia de su similar estadounidense, no ha comenzado con los ensayos clínicos.

El Ministerio chino definió el desarrollo de las BCI como un objetivo estratégico de su Gobierno, con el fin de crear -dijo- productos "fáciles de usar y seguros" para 2025.

Un futuro de posibilidades infinitas

Las BCI podrían revolucionar la rehabilitación médica, permitiendo que personas con discapacidades recuperen funciones perdidas. También podrían tener un impacto significativo en la conducción autónoma, mejorando la seguridad y la eficiencia del transporte.

Además, las BCI abrirían las puertas a nuevas experiencias de realidad virtual y realidad aumentada, inmersivas y realistas.

Sin embargo, no todo es color de rosa: con la tecnología actual, los riesgos asociados a las BCI son considerables.

Los implantes podrían ser vulnerables a ataques cibernéticos, lo que podría tener graves consecuencias para la salud y la seguridad de las personas.

Además, existe la preocupación de que las BCI puedan exacerbar las desigualdades sociales, ya que el acceso a esta tecnología podría estar limitado a unos pocos privilegiados… como Musk.

Pero a pesar de las red flags, la carrera por las BCI está en marcha. El desarrollo de esta tecnología tiene un enorme potencial para mejorar nuestras vidas, pero también riesgos, que a la luz de su avance pasan a ser mucho más concretos.

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