La segunda vida que le darán a los escombros de los puentes de la intersección de Puente Aranda: lo que se viene para Bogotá tras la implosión de esta estructura

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Jimmy Pepinosa

Editor

Bogotá vivió un momento histórico el pasado 12 de octubre: los icónicos puentes de la intersección de Puente Aranda, conocidos como El Pulpo, cayeron en tan solo 11 segundos, marcando el inicio de una nueva era en la movilidad del suroccidente de la ciudad. 

Pero la historia no termina con la implosión: los casi 8.000 metros cúbicos de material resultante no se perderán, sino que tendrán una segunda vida dentro de la misma obra que se construirá en este punto clave de la ciudad.

De hecho, en los próximos meses estos escombros que alguna vez formaron parte de El Pulpo se transformarán en la base de una megaestructura moderna, más funcional y alineada con el futuro de la movilidad en la capital de Colombia.

El día en que cayó El Pulpo

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A las 10:47 a. m., tras meses de preparación, se activó la carga controlada de 625 kilogramos de explosivo Indugel. En cuestión de segundos, las estructuras colapsaron sobre sí mismas en un operativo planeado al detalle por el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU).

Más de 500 personas participaron en la operación, que fue liderada por el alcalde Carlos Fernando Galán y el director del IDU, Orlando Molano. Desde el Puesto de Mando Unificado, confirmaron que la implosión fue un éxito y que no se registraron daños a las redes de servicios públicos ni afectaciones a las viviendas vecinas.

Esta fue la primera demolición por implosión de un puente vial en Bogotá, un método que, según el IDU, permite reducir los tiempos de obra en casi un 80 por ciento. Lo que antes habría tomado cerca de un año con métodos tradicionales, ahora se completará en apenas dos meses.

¿Qué pasará con los escombros?

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Los restos de los antiguos puentes, unos 7.900 metros cúbicos de concreto y asfalto, serán procesados y reutilizados en la construcción de la nueva intersección.

El IDU confirmó que el material será reciclado como parte de la base y el subbase de la obra, aprovechando sus propiedades estructurales para garantizar estabilidad y durabilidad en las nuevas calzadas

De esta manera, se reducirá la cantidad de residuos enviados a disposición final y se evitará la extracción de nuevos materiales, aportando a una construcción más sostenible.

“Este proceso hace parte del compromiso ambiental del proyecto La Nueva 13. No solo reducimos el impacto de la demolición, sino que convertimos los escombros en parte del futuro de la infraestructura de la ciudad”, señaló el director del IDU.

Una nueva intersección de tres niveles

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Con la caída de los antiguos puentes, Bogotá abre paso a una de las obras viales más ambiciosas de los últimos años. La nueva intersección de Puente Aranda será un punto clave dentro del Tramo 1 de La Nueva 13, que busca mejorar la conectividad entre el occidente y el centro de la ciudad.

La futura estructura tendrá tres niveles:

  • El primero, una glorieta de 200 metros de diámetro con tres carriles para tráfico mixto, permitirá una conexión fluida entre la Calle 13, la Calle 6, la Avenida de Las Américas y la Carrera 50.
  • El segundo nivel estará reservado para el sistema TransMilenio, con una glorieta exclusiva que integrará las troncales de Las Américas y La Nueva 13.
  • El tercer nivel incluirá dos puentes vehiculares de 520 metros, con tres carriles por sentido, para optimizar los tiempos de desplazamiento.

Además, el proyecto contempla tres pasos semideprimidos bicipeatonales, dos kilómetros de ciclorruta y más de 100.000 metros cuadrados de espacio público, más de la mitad de ellos zonas verdes.

Según el alcalde Galán, “una persona que hoy tarda entre 13 y 15 minutos en atravesar la intersección podrá hacerlo en tan solo 3 a 5 minutos cuando la obra esté finalizada”.

Una obra con mirada sostenible

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La transformación de Puente Aranda no solo busca mejorar la movilidad: también apunta a un modelo de infraestructura más limpio y eficiente.

Previo a la implosión, se realizó el traslado de 178 árboles y la reubicación temporal de aves y fauna urbana identificadas en la zona. En total, se plantarán más de 700 nuevos árboles a lo largo del proyecto.

A esto se suma el reaprovechamiento del material demolido, que representa un cambio en la manera en que Bogotá gestiona sus residuos de construcción. Cada bloque de concreto y cada fragmento de asfalto recuperado volverá al terreno, convertido en parte del soporte de la nueva estructura.

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