¿Qué es la ruta de la seda y por qué no a todos les emociona que se adhiera Colombia?

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Jimmy Pepinosa

Editor

La intención del gobierno de Gustavo Petro para sumar a Colombia a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, más conocida como la Ruta de la Seda, abrió el debate sobre el rumbo de la política comercial exterior del país en un momento en que la histórica relación con los Estados Unidos se ha visto golpeada.

Lo cierto es que durante su participación en el Foro China–Celac, el presidente Petro anunció que firmará un acuerdo de intención con el gobierno chino para unirse formalmente a esta estrategia de alcance global, promovida por Pekín desde 2013.

Sin, embargo, no todos los sectores económicos del país ven con buenos ojos con que el país se adhiera, especialmente ante la falta de claridad del Gobierno sobre cuáles serán los beneficios y afectaciones de la misma. Además, el entorno actual de guerra comercial con Estados Unidos aumenta los temores.

Pero para entender el impacto del anuncio, es clave que entiendas, en primer lugar, cuáles son detalles de esta ambiciosa estrategia comercial.

¿Qué es la Ruta de la Seda?

Petro China 3 (World History Encyclopedia)

La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) es un proyecto impulsado por el gobierno de China que busca conectar a Asia, Europa, África y América Latina a través de grandes obras de infraestructura física y digital.

Está inspirada en las rutas comerciales históricas que operaban entre Oriente y Occidente desde el siglo II a.C., aunque la estrategia moderna tiene como objetivo facilitar el comercio y la inversión mediante corredores logísticos, marítimos, ferroviarios, tecnológicos y energéticos.

Desde su lanzamiento, más de 140 países han suscrito memorandos de entendimiento para adherirse a la BRI. En América Latina, 21 naciones —entre ellas Argentina, Venezuela, Perú y Ecuador— ya forman parte de esta iniciativa, recibiendo financiamiento e inversión en sectores como transporte, energía y telecomunicaciones.

El anuncio de Colombia

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Durante su intervención en el evento multilateral, el presidente Petro explicó que la firma del acuerdo con China será un primer paso hacia una mayor integración tecnológica y comercial.

Según el mandatario, la adhesión a la Ruta de la Seda permitiría a Colombia posicionarse como un puente geográfico y digital entre América, Asia y Europa.

El gobierno contempla la modernización de infraestructura estratégica, incluyendo puertos, zonas francas y redes de fibra óptica para facilitar la exportación de servicios digitales. Además, plantea convertir a regiones como San Andrés, Buenaventura y Zipaquirá en polos tecnológicos con acceso a conectividad global.

Las dudas de Amcham Colombia

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Frente al anuncio oficial, la Cámara de Comercio Colombo Americana (AmCham Colombia) emitió un comunicado expresando inquietudes sobre las implicaciones del acuerdo.

Aunque reconoció el derecho soberano del país para establecer alianzas internacionales, la entidad planteó una serie de preguntas orientadas a esclarecer el impacto económico de la decisión.

Entre las principales preocupaciones está el desequilibrio en la balanza comercial bilateral. En 2024, Colombia exportó a China apenas USD 2.377 millones, frente a importaciones por USD 15.936 millones, lo que dejó un saldo negativo superior a USD 13.500 millones.

En ese contexto, Amcham cuestiona si el acuerdo incluirá mecanismos para corregir dicha asimetría.

También solicita aclaraciones sobre las obligaciones contractuales que asumiría Colombia, el tipo de garantías frente a posibles distorsiones de mercado o prácticas de competencia desleal, y si se contemplan salvaguardas para proteger a la industria y el empleo local.

Asimismo, advierte que China no es reconocida internacionalmente como una economía de mercado, lo cual podría afectar la transparencia de las condiciones comerciales.

Finalmente, la entidad insiste en que cualquier decisión en materia de inversión o comercio debe responder a los intereses estratégicos de Colombia y ser explicada de manera clara para evitar interpretaciones equivocadas, especialmente frente a socios tradicionales como Estados Unidos o la Unión Europea.

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