En el corazón de los Everglades de Florida, entre agua pantanosa, caimanes y pitones, el gobierno de Donald Trump inauguró un nuevo centro de detención de migrantes que fue llamado “Alligator Alcatraz”.
Se trata de una instalación de alta seguridad que ha generado comparaciones con la temida prisión ubicada en las costas de San Francisco y que también ha desatado una fuerte polémica a nivel nacional e internacional.
Su ubicación remota, su simbología y su acelerada construcción no solo han captado la atención mediática, sino que han encendido alarmas entre ambientalistas, defensores de derechos humanos y líderes políticos.
Centro rodeado de una barrera natural

La ubicación del centro, rodeado de fauna salvaje y vegetación densa, ha sido utilizada como parte del mensaje político que la administración Trump quiere transmitir.
Ubicado en el aeropuerto de entrenamiento y transición Dade-Collier, en el condado de Miami-Dade, el centro está asentado sobre una pista de aterrizaje de más de 3.300 metros originalmente construida en 1968 como parte de un ambicioso plan para erigir el aeropuerto más grande del país, que nunca se concretó.
Hoy, ese mismo terreno alberga una instalación temporal que ya cuenta con unas 5.000 camas, y se prevé que llegue a duplicar esa cifra en las próximas semanas. Aunque se debe destacar que la instalación está compuesta por carpas y remolques sin estructuras permanentes.
La pista será utilizada también para vuelos de deportación directa, en palabras del gobernador Ron DeSantis: “Los traen, los procesan, se emite la orden de remoción, y luego los suben al avión justo ahí”.
Un símbolo político en medio del pantano

La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, fue quien resumió la narrativa oficial con una contundente frase: “La única salida es un vuelo sin retorno”. Según Leavitt, el entorno “sirve como disuasivo para criminales peligrosos que podrían intentar escapar”.
Por su parte, el zar de inmigración del gobierno, Tom Homan, fue tajante: “No puedo esperar a que abra. Vamos a meter ahí a los migrantes apenas podamos”. El proyecto también ha contado con el respaldo total de DeSantis, quien lo describió como una “ventanilla única” para agilizar arrestos y deportaciones.
Sin embargo, más allá del mensaje de fuerza, los datos de ICE indican que menos del 10 por ciento de los migrantes detenidos entre octubre de 2024 y mayo de 2025 tenían antecedentes por delitos graves. En contraste, más del 75 por ciento no había sido condenado por ningún delito mayor, aparte de infracciones migratorias o de tránsito.
Controversia por costos y medioambiente

El costo estimado de operación de Alligator Alcatraz para su primer año es de 450 millones de dólares, según el Departamento de Seguridad Nacional (DHS), aunque la mayoría será cubierta por fondos federales a través de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA).
No obstante, el uso de esos recursos ha sido cuestionado por autoridades locales de Miami-Dade y por grupos ambientalistas que denuncian daños irreversibles al ecosistema.
Organizaciones como Sierra Club Florida, Friends of the Everglades y Center for Biological Diversity han presentado demandas para frenar el proyecto.
Argumentan que el centro se construye dentro de una zona de humedales protegidos del Big Cypress National Preserve, adyacente al Parque Nacional Everglades, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. “Esto es vandalismo ecológico”, afirmó Sierra Club, alertando que más de nueve millones de floridanos dependen del agua potable de ese sistema ecológico.
Propaganda, merchandising y mensaje electoral

El nombre Alligator Alcatraz fue acuñado por el fiscal general de Florida, James Uthmeier, como una mezcla entre el temido presidio californiano y el hábitat de reptiles y mosquitos que rodea la nueva instalación.
La marca ha sido rápidamente capitalizada por el Partido Republicano de Florida, que ha lanzado una línea de merchandising con camisetas, gorras, koozies y hasta mamelucos para bebés, con precios que oscilan entre los 15 y 30 dólares.
El propio Trump acudió al centro el 1 de julio para una visita oficial, que incluyó un recorrido y una mesa redonda, diseñada para reforzar su narrativa de mano dura ante la inmigración ilegal.
Para analistas políticos, este tipo de actos forman parte de una estrategia que mezcla espectáculo visual con propuestas de ley agresivas, como la “One Big Beautiful Bill”, que buscaría expandir aún más la infraestructura de detención a nivel nacional.
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