La transformación del ecosistema informativo global ya no es una predicción: es una realidad consolidada. Así lo confirmó el Digital News Report 2025 del Instituto Reuters, que documentó un cambio global hacia el consumo de noticias a través de redes sociales, plataformas de video y creadores de contenido.
Lo que alguna vez fue un dominio exclusivo de los medios tradicionales como la televisión, prensa escrita y sitios web periodísticos, ahora es terreno fértil para influencers, podcasters y youtubers.
Y en ese terreno, Donald Trump no solo encontró una ventaja estratégica, sino que ayudó a redefinir sus reglas.
Del periodismo tradicional a un ecosistema más emocional

En Estados Unidos, por primera vez desde que se tiene registro, más personas declaran informarse por redes sociales (54 por ciento) que por televisión (50 por ciento) o sitios web de noticias (48 por ciento).
El cambio no solo es cuantitativo; también es cualitativo: el centro de gravedad del debate público se ha desplazado desde el periodismo institucional hacia un entorno alternativo y fragmentado.
Este nuevo ecosistema más emocional, personalizado y, a menudo, partidista, permite que políticos como Trump sorteen a los medios tradicionales y hablen directamente con audiencias fieles.
La dinámica no es exclusiva de Estados Unidos. En América Latina, incluida Colombia, y Europa del Este se observa un patrón similar. Los medios institucionales pierden relevancia, mientras los creadores de contenido con posturas marcadas ganan visibilidad e influencia.
Nuevas dinámicas en el consumo de información

Las redes sociales, especialmente YouTube, TikTok e Instagram, concentran una proporción creciente del consumo informativo.
De hecho, TikTok es la plataforma de mayor crecimiento para este fin, sobre todo entre los menores de 25 años. Y aunque estas audiencias valoran la accesibilidad y cercanía de los nuevos formatos, también reconocen su exposición a información falsa o imprecisa.
El informe advierte que el debilitamiento del periodismo tradicional no está exento de consecuencias. Uno de los cambios más significativos es la erosión de la frontera entre la opinión y la información.
La lógica de las plataformas prioriza el contenido emocional y la identidad del emisor sobre el rigor factual. En este contexto, las personalidades influyentes no solo informan: moldean narrativas, legitiman discursos y canalizan emociones colectivas.
El resultado es un entorno cada vez más polarizado, donde el consenso factual se vuelve más difícil de alcanzar.
Recientes elecciones en EEUU, un ejemplo

Durante las elecciones presidenciales de 2024 en las que se impuso el republicano Donald Trump, esta realidad se hizo especialmente visible.
En lugar de entrevistas con cadenas de televisión o medios establecidos, los principales candidatos conservadores optaron por dialogar con creadores de contenido como Joe Rogan, Tucker Carlson o Megyn Kelly, quienes acumulan millones de visualizaciones en plataformas como YouTube y X.
En muchos casos, estos espacios les ofrecía un acceso privilegiado sin cuestionamientos críticos, facilitando la difusión de mensajes sin intermediarios ni contraste informativo.
El caso de Trump es paradigmático. Su estrategia mediática ya no depende de titulares en prensa o transmisiones en horario estelar. Ha construido un universo informativo propio, alimentado por un entramado de plataformas, podcasts e influencers afines.
Allí no solo se refuerzan sus narrativas, sino que se cuestiona activamente la legitimidad de los medios tradicionales, a menudo etiquetados como enemigos o desinformadores.
La IA complica aún más las cosas

Una de las grandes conclusiones del informe es que el avance de la inteligencia artificial, la personalización algorítmica del contenido y la fatiga informativa han intensificado esta transformación.
La confianza en las marcas periodísticas se mantiene estable, pero su uso está en declive, especialmente entre los más jóvenes. Y aunque las audiencias todavía recurren a medios confiables para verificar información, las plataformas de video, redes sociales y chatbots comienzan a ocupar también ese rol.
Pero esto tiene una grave consecuencia pues el 58 por ciento de los usuarios teme no poder distinguir entre información verdadera y falsa. Mientras que las dos principales fuentes de desinformación identificadas por el público son los políticos nacionales y los influencers digitales.
Un futuro incierto para los medios

Este giro ha redefinido el vínculo entre medios, poder y ciudadanía. Si antes el periodismo actuaba como contrapeso del poder político, hoy compite por atención con emisores que no necesariamente comparten sus principios éticos o estándares de verificación.
El informe del Instituto Reuters documenta esta transición como un fenómeno global, con particular intensidad en contextos donde la polarización política, la desconfianza institucional y el acceso desigual a la información se combinan.
Frente a este nuevo orden informativo, los medios enfrentan el desafío de adaptarse sin diluir su función. Mientras tanto, el terreno político y social se reorganiza en torno a nuevas formas de autoridad mediática, más cercanas a la lógica de las redes que al periodismo profesional.
Y en ese reordenamiento, figuras populistas como Donald Trump no solo se benefician: lo lideran.
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