En la actual escalada de tensiones entre Israel e Irán, que amenaza con convertirse en un conflicto militar de alcance regional, el mundo observa con inquietud el involucramiento de EEUU en las tensiones, especialmente tras la utilización de un tipo de armamento capaz de alterar por completo el equilibrio estratégico en Medio Oriente: la bomba GBU-57, conocida como Massive Ordnance Penetrator (MOP).
Se trata de una bomba antibúnker sin igual, pues solamente está en el arsenal del ejército estadounidense. Además, se encuentra específicamente diseñada para neutralizar objetivos que se encuentran en las profundidades del subsuelo.
De hecho, el poder explosivo de la MOP que está sólo por debajo de una bomba nuclear, es capaz de perforar estructuras subterráneas blindadas, como es el caso de las instalaciones nucleares como la planta iraní de Fordow, un bastión que ha sido inaccesible para Israel.
Se debe destacar que este proyectil de más de 13 toneladas representa la única opción no nuclear para destruir este complejo soterrado entre 100 y 500 metros bajo una montaña cerca de la ciudad iraní de Qom.
Cómo es la 'madre de todas las bombas'

La GBU-57 cuenta con una carcasa de acero endurecido capaz de resistir el impacto de la perforación inicial.
Gracias a una combinación de guiado GPS y espoleta de detonación retardada, esta bomba no solo impacta con precisión quirúrgica, sino que también explota en el interior de la cavidad del objetivo, maximizando su capacidad destructiva.
Además su diseño especializado para perforar hasta 60 metros de concreto antes de detonar, fue creada precisamente para escenarios como este: enfrentar amenazas ocultas en búnkers profundamente enterrados.
Aunque solo los bombarderos furtivos B-2 Spirit pueden cargarla y lanzarla, una señal clara del nivel estratégico y secreto de este tipo de operaciones.
Objetivo: el corazón del programa nuclear iraní

Entre los tres ataques realizados por EEUU, uno de estos estuvo dirigido contra la planta de Fordow, que fue construida justamente para resistir ataques como este. Desde que fue revelada en 2009 por servicios de inteligencia occidentales, se ha convertido en uno de los símbolos del programa nuclear iraní.
Irán la diseñó no solo como un centro de producción, sino como un escudo ante amenazas militares. Está profundamente enterrada bajo capas de hormigón reforzado y protegida por sistemas antiaéreos de última generación.
Aunque ataques israelíes han logrado afectar otras instalaciones como Natanz, Fordow permanece intacta. Solo un artefacto como la GBU-57 podría comprometerla seriamente.
El impacto más allá de la bomba

El potencial uso de la GBU-57 no solo es una cuestión militar. También representa una decisión geopolítica de alto costo.
La destrucción, o incluso el intento de destruir, instalaciones como Fordow podría provocar una reacción inmediata de Irán, acelerar la ruptura total del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y encender una escalada con consecuencias regionales y globales.
Aunque esta no es la primera vez que se emplea este tipo de armamento. En 2017, Estados Unidos utilizó una bomba de gran poder destructivo en Afganistán contra posiciones del autodenominado Estado Islámico.
En ese caso se trató de la GBU-43/B MOAB (Massive Ordnance Air Blast), que, aunque menos especializada que la GBU-57, fue apodada también “la madre de todas las bombas” por su potencia explosiva. El resultado fue la muerte de cerca de un centenar de combatientes y la destrucción de una red de túneles en la provincia de Nangarhar.
Sin embargo, como constataron reporteros de la BBC que visitaron el lugar posteriormente, el impacto estratégico fue limitado. ISIS seguía operando en la zona, y la capacidad disuasoria de ese ataque fue más simbólica que definitiva.
No obstante, en el caso iraní la situación es distinta. Fordow no es un enclave táctico ni un refugio temporal. Es el corazón del programa nuclear iraní, y su destrucción, o incluso su daño parcial, podría reconfigurar el equilibrio de poder en Oriente Medio.
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