Las anomalías del objeto interestelar 3I/ATLAS que hacen que no encaje con un cometa natural, según un reconocido astrofísico de Harvard que no descarta "impulsos tecnológicos"

3I/ATLAS
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Jimmy Pepinosa

Editor

El misterioso cometa interestelar 3I/ATLAS continúa acercándose a su punto más próximo a la Tierra dejando a su paso un conjunto de interrogantes que hoy alimentan una de las discusiones científicas más intensas de la astronomía moderna. 

De hecho, mientras nuevas imágenes y mediciones llegan casi a diario, el astrofísico Avi Loeb, director del Proyecto Galileo y una de las voces más influyentes en el estudio de objetos interestelares, documentó una serie de anomalías que, según afirma, no encajan con el comportamiento de un cometa natural.

En su análisis enlistó varias irregularidades que han convertido a 3I/ATLAS en un visitante tan desconcertante como fascinante, cuyo origen se ubicaría en las zonas más antiguas del disco grueso de la Vía Láctea, y los científicos estiman que podría tener más de 11.000 millones de años, es decir, más antiguo que el propio Sol.

La rotación que no coincide con los chorros

3I/ATLAS (NASA)

Una de las observaciones más recientes surgió a partir de imágenes capturadas el 9 de noviembre de 2025 por F. Niebling y M. Buechner. En ellas aparece una red de chorros estrechos que se extienden más allá del millón de kilómetros desde el núcleo del objeto.

A esa escala, las estructuras deberían verse “barridas” por el movimiento rotacional del cometa, que en observaciones realizadas durante julio y agosto mostró un periodo de 16,16 horas.

Sin embargo, los chorros se mantienen orientados como si su fuente no estuviera girando. Para Loeb, es una incompatibilidad fundamental: el material expulsado por sublimación en un cometa natural se desplaza a cerca de 400 metros por segundo y tardaría alrededor de un mes en recorrer esa distancia. Un cuerpo en rotación debería dejar un trazo disperso o en forma de espiral, pero ATLAS parece sostener líneas casi rectas.

Los límites de la explicación natural

3I/ATLAS (NASA)

El investigador señala que sería poco probable que los chorros hubieran frenado la rotación del objeto, ya que los desbalances en la expulsión de gases suelen acelerar el giro, no reducirlo. 

Otra hipótesis plantea que los surtidores podrían encenderse únicamente cuando la luz solar incide sobre cavidades específicas del núcleo, dependiendo de la topografía y del hielo oculto en zonas sombreadas.

Este mecanismo permitiría explicar pufs periódicos del tamaño equivalente a “guisantes en una vaina”, separados por unos 23 mil kilómetros, siguiendo una orientación hacia el Sol. Sin embargo, las imágenes también muestran chorros dirigidos en sentido contrario, lo que invalida esta posibilidad como explicación completa.

Otra alternativa es que las líneas visibles no sean chorros activos, sino estelas dejadas por fragmentos desprendidos del núcleo tras una explosión cerca del Sol. Pero esta idea confronta observaciones posteriores, incluida una imagen tomada el 11 de noviembre por D. Jewitt y J. Luu, que muestran un único cuerpo sin señales claras de desintegración.

La posibilidad más especulativa

3I/ATLAS (M. Jäger, G. Rhemann, E. Prosperi)

Loeb no evita mencionar un escenario más arriesgado desde el punto de vista científico: que los chorros sean impulsos tecnológicos diseñados para mantener la orientación del objeto durante su travesía.

Aunque se trata de una línea de pensamiento que exige evidencia robusta, forma parte del marco de análisis del Proyecto Galileo, la iniciativa que dirige y que busca identificar tecnologías no humanas a partir del estudio sistemático de objetos interestelares.

Doce anomalías que desafían la categoría de cometa

3I/ATLAS (NASA)

A medida que ATLAS avanza por su trayectoria retrógrada, curiosamente alineada con el plano de la eclíptica casi sin margen de desviación, las observaciones han ido acumulando detalles que, en conjunto, Loeb consideró improbables si se tratara de un cometa típico: 

  • Trayectoria retrógrada inusualmente alineada con el plano de la eclíptica a menos de 5 grados, algo con apenas un 0,2 por ciento de probabilidad.
  • Presencia de un chorro orientado hacia el Sol (anti-tail) observado en julio, agosto y principios de noviembre, no explicable como ilusión óptica.
  • Masa extremadamente elevada, un millón de veces mayor que 1I/ʻOumuamua y mil veces mayor que 2I/Borisov, combinada con una velocidad superior a ambas, con menos de 0,1 por ciento de probabilidad.
  • Momento de llegada finamente ajustado, que llevó al objeto a pasar cerca de Marte, Venus y Júpiter y a volverse inobservable desde la Tierra en su perihelio, un escenario con apenas 0,005 por ciento de probabilidad.
  • Composición del gas inusual, con mucho más níquel que hierro y una proporción níquel/cianuro miles de veces mayor que la de cualquier cometa conocido.
  • Contenido extremadamente bajo de agua, apenas un 4% en masa, cuando es uno de los compuestos principales de los cometas comunes.
  • Polarización negativa extrema, sin precedentes entre todos los cometas estudiados, incluido 2I/Borisov.
  • Dirección de procedencia cercana al “Wow! Signal”, alineada a menos de 9 grados, algo con un 0,6 por ciento de probabilidad.
  • Brillo anómalo cerca del perihelio, aumentando más rápido que cualquier cometa conocido y tornándose más azul que el Sol.
  • Chorros orientados tanto hacia el Sol como en dirección opuesta, que exigirían una superficie absurdamente grande para absorber la energía solar necesaria para producir la expulsión de masa observada.
  • Aceleración no gravitacional durante el perihelio que requeriría la evaporación de por lo menos el 13 por ciento de su masa, sin evidencia de fragmentación o ruptura del núcleo.
  • Chorros extremadamente colimados y persistentes, que conservan su orientación a lo largo de más de un millón de kilómetros pese a la rotación medida del objeto (16,16 horas), algo incompatible con la física de un cometa natural.


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