El próximo 24 de agosto, desde Starbase en Texas, SpaceX volverá a encender la esperanza de que su ambicioso cohete Starship pueda finalmente completar una prueba sin contratiempos.
La nave, diseñada para viajar algún día a Marte y también seleccionada por la NASA como módulo de alunizaje para el programa Artemis, se enfrentará a su décimo vuelo de prueba.
Será, además, el tercero de este año, tras una serie de lanzamientos en los que la tecnología mostró avances importantes, pero también fallos que pusieron a prueba la capacidad de aprendizaje de la compañía de Elon Musk.
El cohete más grande del mundo
(SpaceX)
Con sus 120 metros de altura y dos etapas, el propulsor Super Heavy y la nave Starship, este sistema se erige como el cohete más potente jamás construido.
El diseño se centra en un objetivo claro: lograr que ambas etapas sean reutilizables para reducir costos y abrir la puerta a misiones tripuladas a Marte. El Super Heavy está equipado con 33 motores Raptor de metano, mientras que la nave superior cuenta con seis de estos motores para sus maniobras orbitales.
Cada vuelo de prueba busca expandir los límites de lo que el vehículo puede hacer: desde la separación de etapas hasta la reentrada controlada de la nave, pasando por la capacidad de desplegar satélites.
Esta vez, el plan contempla lanzar ocho simuladores de satélites Starlink, encender nuevamente los motores en el espacio y, finalmente, intentar un amerizaje controlado en el océano Índico, mientras el propulsor hará lo propio en el Golfo de México.
Las lecciones de los fracasos
(Space)
El camino hasta este décimo vuelo no ha sido sencillo. En los intentos de enero y marzo, el cohete perdió control antes de completar las maniobras orbitales, generando campos de escombros sobre el Caribe.
En mayo, el noveno vuelo avanzó un poco más: logró su encendido en el espacio, pero terminó perdiendo control durante la reentrada, cuando un fallo en el sistema de combustible provocó que la nave se desintegrara antes de completar su descenso.
A estos tropiezos se sumó un accidente en tierra en junio, cuando la nave asignada originalmente para esta misión, Ship 36, explotó durante una prueba criogénica. El equipo debió sustituirla por Ship 37, que es la que ahora espera en la plataforma con ajustes en componentes críticos como los tanques de alta presión y un rediseño en la difusión de gases para evitar fugas.
El gran reto: el escudo térmico
(SpaceX)
Si algo ha quedado claro tras los intentos anteriores es que uno de los desafíos principales para Starship es su escudo térmico. Para que la nave pueda reutilizarse y regresar desde la órbita —y, en el futuro, desde Marte— necesita sobrevivir al calor extremo de la reentrada.
SpaceX ha probado diferentes materiales y configuraciones de baldosas cerámicas y metálicas, pero varias de ellas se desprendieron en vuelos anteriores, exponiendo zonas vulnerables de la nave.
Por eso, uno de los objetivos centrales de este nuevo vuelo será recopilar datos sobre el comportamiento del escudo. Sin estos avances, la idea de un Starship plenamente reutilizable seguirá siendo una promesa incompleta.
Mucho más que Marte
(SpaceX)
Aunque la visión de Musk apunta a poblar Marte con múltiples Starships, el programa tiene metas inmediatas en la Tierra y la Luna.
La NASA espera que esta nave sea la encargada de llevar astronautas al polo sur lunar en la misión Artemis III, prevista para 2027. Además, el propio SpaceX necesita que Starship funcione para ampliar su red Starlink de nueva generación, que requiere cohetes capaces de transportar satélites más grandes en cada lanzamiento.
El vuelo del 24 de agosto no garantiza aún un boleto directo al Planeta Rojo, pero sí es un paso clave. Cada intento, con éxito parcial o fracaso incluido, alimenta el diseño de las próximas versiones del cohete, que ya se prepara para evolucionar a la versión 3, más alta, con motores optimizados y mayores capacidades orbitales.
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